La energía y el agua tienen un comportamiento interesante: siempre buscan el punto de menor resistencia. La energía, por un lado, tiende a buscar el camino más rápido para llegar a la tierra y el agua se va adaptando dependiendo de la forma que la contenga, comportamientos que a simple vista tienen todo el sentido.
Pero, ¿qué pasa cuando revisamos el comportamiento del ser humano? Creería que en muchos casos pasa todo lo contrario: tendemos a la búsqueda del punto de mayor resistencia. Quizás porque culturalmente hay cierta influencia en creer que el drama debe ser parte de nuestra vida, parte necesaria, quizás porque nos aferramos demasiado a cualquier cosa, que por insignificante que sea nos tendemos a aferrar con pasión y obsesión. O simplemente porque nos gusta vivir la adrenalina de estar mal y después sentir los frutos de la reconciliación con el problema: el alivio, la paz anhelada, la euforia de tener lo que tanto esperábamos. Cualquiera que sea el caso, tendemos siempre a la búsqueda del punto de mayor resistencia.
Por eso, cuando nos enfrentamos a situaciones difíciles tendemos muchas veces a subirlas de nivel. No buscamos el punto más rápido para llegar a la tierra para entender lo que sentimos y pensamos, sino que nos aferramos al problema o a la situación difícil, creyendo que es lo más sensato y terminamos dándole mayor energía a algo que no queríamos; por eso, somos incapaces de adaptarnos a cualquier situación y todos nos empieza a pesar, lo que nos impide fluir.
¿Qué tal sí viviéramos un poco más acorde a los principios de la energía y el agua? Sí dejáramos llevarnos por la vida, teniendo la capacidad camaleónica de adaptarnos dependiendo de la circunstancia, de fluir sin cargar pesos innecesarios y logrando aterrizar mejor nuestros pensamientos y sentimientos. ¿Cómo sería no ponerle resistencia a lo que estamos viviendo y simplemente viviéramos y experimentáramos la vida en su máxima esencia?
A la final somos energía que no nace ni se destruye y nuestro cuerpo es 70% agua, pero vivimos bajo principio superfluos que nos afectan la existencia, porque nos creemos más que eso y nos hacemos un nudo con cualquier cosa. Transformémonos como la energía y fluyamos como el agua.
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