Tsunami


Estábamos en el aeropuerto, caminando por ahí, esperando algo. El lugar estaba lleno de gente, todos iban hablando y caminando hacía la búsqueda de algo, cuando de repente vimos un helicóptero demasiado cerca de una de las ventanas, no pasaron 5 segundos y el helicóptero ya estaba golpeando con un ala la ventana del aeropuerto.

Silencio. Vacío. Curiosidad: Todas se mezclaban perfectamente, haciendo una combinación llena de preguntas y de emociones. ¿Qué pasaría? ¿En qué iba a terminar el accidente? ¿Por qué corríamos? ¿Nos salvaríamos?

Era un momento en qué solo se respiraba miedo untado de ansiedad, pero ahí estabas tú, a mi lado. Escuchamos un leve grito colectivo que nos avisaba que algo no andaba bien, aparte de lo que había pasado con el helicóptero. Sólo bastó un segundo eterno y un silencio abrumador para darnos cuenta de lo que se nos venía encima.

Una sola ola grande que avisaba su llegada con un espumoso saludo. Llegó sin avisar, llegó para quedarse y quitarnos nuestro lugar en el mundo. Todos corrían ahora, corrían para ser alcanzados por la ola en un par de segundos y en ese momento, yo sólo sabía que estaba contigo y que moriríamos agarrados de la mano, juntos llegaríamos a otro lado, si es que existía otro lugar distinto a este.

Sentía tu miedo, tus ganas de salir de esa gran ola que nos cubría de pies a cabeza que nos dejaba sin ver algo más allá que no estuviera cubierto por agua. Tu mano no soltaba la mía y tu voz gritaba mi nombre con desespero pero por más que quisiera, no te podía ver, sólo te podía escuchar y con eso me bastaba para estar…feliz.

Mi alma estaba tranquila, había dejado de ser inquieta sólo un momento atrás y mi felicidad era infinita porque sabía que iría a un lugar, tal vez mejor, tal vez peor, pero iría contigo.

Ana María Bustos

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