Atardecer semiótico


Dubái. Una ciudad con una magia arquitectónica que deslumbra hasta el más difícil de impresionar: los viajeros frecuentes. Pero bueno, ahí estaba yo dejándome hipnotizar por una ciudad que siempre había querido conocer. 

Estábamos en el Burj Al Arab grabando un video que debíamos subir a Instagram para un proyecto digital, cuando algo llamó la atención de todos los que estábamos en ese piso. Un avión sobrevolaba cerca al hotel y lentamente iba descendiendo de las nubes, el sol ya empezaba a despedirse y el cielo se iba volviendo tenue. La situación estaba entre poética y catastrófica: el atardecer de Dubái vislumbrando un avión dirigiéndose lentamente hacía el mar… 

Parecía una película sobrecargada de semiótica y dirigida por Saussure. El silencio se había vuelto la banda sonora del trágico atardecer, mientras que el mar ansiosamente le daba la bienvenida al avión cargado de almas. 

El tiempo se detuvo, porque a veces el tiempo se detiene en los mejores o peores momentos de tu vida. Yo estaba ahí de espectadora morbosa viendo cómo se venía a pique el avión, pensando en las vidas de cada una de las personas que estaban a punto de cambiar la vida de otras personas. El avión cayó, explotó y el mar como si nada se tragaba lo que hace poco segundos estaba en el cielo… 

-El tiempo siempre es el antagonista de las películas que protagonizamos y decidimos luchar contra él, como si desconociéramos quién va a ser el vencedor - 

Hay situaciones o cosas que no podemos controlar, así como el tiempo, que por más que lo usemos y haga parte de nuestra vida diaria, es imposible acapararlo y darle órdenes. Así les pasaba a esas almas que viajaban en ese avión: habían pagado por ese tiquete, habían escogido ese vuelo y aún así no podían hacer nada para escapar de esa situación. No podían controlar el tiempo, por eso no podían devolverlo.

Ana María Bustos

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