Nadie nos preguntó qué pensábamos...

La política siempre había sido como ese novio que promete un mejor futuro a punta de palabras bonitas, pero que sus hechos nunca representan el valor de sus palabras. El discurso político nunca había salvado a un pueblo, no había conseguido educar a nadie ni mucho menos había construido la paz, pero sí había servido como encantador de serpientes, encantando a los más ingenuos o a los positivos en exceso. Pero, ¿de qué había servido, desayunar un día con tamal o reclamar un subsidio que se gasta en cerveza si nada había cambiado? 

Nadie nos dijo que teníamos que mirar hacía el futuro, nadie nos dijo que no sólo bastaba con vivir el día a día (eso significaba que nos gastábamos lo poco que teníamos al instante), ningún político nos dijo que la educación era más importante que cualquier otra cosa. Claro, no nos iban a decir que el secreto era estudiar, porque eso haría que su negocio redondo de la politiquería se fuera a vivir a nuestro humilde barrio, donde sus votantes carecían de contexto y de razones para escoger bien a un candidato. Al fin y al acabo, ¿a quién le importábamos? Simplemente éramos ese familiar feo que nadie quiere presentar y que esconden por pena con los demás, pero al que siempre buscan cuando necesitan un favor. Ahí estábamos, dispuestos a recibir $20.000 o un tamal a cambio por votar por alguno de aquellos candidatos que prometían el cielo más que la tierra, pero que al final del gobierno sólo entregaban un cielo roto y un piso sin pavimentar. 

Somos el pesar de la clase alta, pero en realidad no saben que ellos son los que nos dan más pesar, porque si queda el candidato malo o bueno, al fin y al cabo, siempre vamos a quedar igual y ellos son los que se ven afectados siempre por “x” o “y” razón. Pase lo que pase, vivimos en la comodidad de la ignorancia y de la conformidad, porque al final del día, nada puede ser peor. 

Nuestros hijos pasan por falsos positivos, porque qué más da matar a un pobre…Nuestros hijos son raptados de la nada por los grupos que juegan a ser los Robin Hood del país, los famosos AUC y FARC…Los políticos se vanaglorian de ponernos en el pueblo agua potable, como si no supieran que eso es lo mínimo que deberían hacer…Pero a nadie le importa lo que pensamos. 

Nuestras voces se van desvaneciendo y, en muchos casos, silenciadas con tamales y dineros sucios dignos de la politiquería nacional. Las elecciones son nuestro reinado y nos emocionamos en la época electoral porque por más estudiados que sean o por más diplomas de Harvard que tengan, la clase se les cae en cada pelea, hasta parecen peleas de barrios de por acá. Y cada pelea entre candidatos nos confirma que en verdad no estamos tan lejos de ellos, porque la brecha social en verdad parece muy estrecha. 

¿Hasta cuándo vamos a tener que votar a cambio de un tamal? ¿Cuándo nos interesaremos por votar a consciencia? Tal vez, el día que un político piense en verdad en nosotros y dejen de dar discursos de reina de bellezas que sólo sirven para parecer más interesantes. Tal vez cuando le den más importancia a la educación, en vez de enseñar a cómo coger una pistola para disparar.


Foto vía: periodistadigital.com

Ana María Bustos

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