Quiero ir en contra de la corriente como el salmón, que es capaz de nadar durante miles de kilómetros en contra-corriente hasta llegar al río. Quiero quitarle el pico y placa a los sueños para que salgan cuando quieran sin ningún tipo de restricción, porque mejor que se aguanten un trancón a que se pierdan la libertad de salir y de ser.
Las preguntas existenciales suelen llegar como un cardumen, todas al mismo tiempo, todas en manada, todas apuntando hacia el mismo lado. “¿Quién eres? ¿Por qué estás aquí? ¿Para qué viniste al mundo? ¿Cuáles son tus sueños? ¿Los estás cumpliendo?”…Y siguen cayendo una tras otra en cascada, buscando respuestas concretas. Tu cabeza se envuelve en un torbellino de preguntas y las respuestas parecen jugar a las escondidas, porque difícilmente las encuentras. “¿Dónde están?” te preguntas y nadie responde. Así que llega el miedo con ganas de absorberte hasta el más mínimo pensamiento y decide dejarte la cabeza en blanco y el corazón alborotado.
-La desconexión entre la mente y el corazón-
Si los sueños fueron producto de mi imaginación, ¿por qué el miedo tiene más fuerza si ni siquiera lo invité? Quiero asustar a los miedos con sueños más atrevidos para que salgan volando con las mismas ganas con las que llegaron.
Quiero conservar la capacidad de sorprenderme con lo más básico, con lo más nuevo, con lo más viejo o con lo más cotidiano. Quiero creer en lo imposible como cuando estábamos niños y creíamos en el Ratón Pérez o en las Hadas Madrinas.
¿Cuánto valen los sueños? ¿Qué precio tienen? No sé. Lo que sí sé con seguridad es que los miedos valen menos y los compramos más.
Hermosa reflexion Ani... muchas verdades en tan pocos párrafos...
ResponderEliminarUn abrazo