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El Premio Nobel de Literatura, José Saramago, nos abre los ojos ante un mundo desconocido con su libro: “Ensayo sobre la ceguera”.

En un minucioso relato, donde la historia se va contando a sí misma de una forma coloquial y sin tantas pretensiones, Saramago logra adentrarnos en un mundo donde la ceguera es reina y la incertidumbre, su fiel servidor.

¿Qué tal quedarse ciego de la noche a la mañana? ¿o mientras leo este libro? ¿o cuándo vuelva a parpadear? Cuando estás sumergido en la historia, pueden que surjan preguntas como éstas y si llegan a surgir, sabes que te has vuelto parte de la historia, que eres un personaje más que está metido en todo el enredo que ha provocado esta ceguera blanca, que se ha ido propagando como un buen chisme por toda la ciudad.
Pero más allá de la ceguera física, está la ceguera emocional que se alimenta hábilmente del miedo, es capaz de poner un telón negro frente a lo que nos negamos a reconocer, de hacernos creer que vemos, cuando en realidad sólo miramos de reojo.

La ceguera de la que habla Saramago no es la ceguera negra que “conocemos”, sino una ceguera opuesta a la tradicional, porque es blanca en vez de negra y está más relacionada con un tema emocional, que físico. Cuando la vida cambia radicalmente, vemos que nuestro instinto de supervivencia es lo único que queda y este instinto es el que logra abrirnos los ojos ante el mundo que tenemos al frente, el universo que nos rodea, pero que curiosamente pasamos por desapercibido. Y puede que aún, viendo con los ojos sanos como los tenemos, aún seamos ciegos ante lo que nos rodea, ante lo que sentimos, ante lo que somos.

A continuación, les dejo las 50 frases que más me gustaron de “Ensayo sobre la ceguera”:
1.    “…la oscuridad en que los ciegos vivían no era, en definitiva, más que la simple ausencia de luz, que lo que llamamos ceguera es algo que se limita a cubrir la apariencia de los seres y de las cosas, dejándonos intactos tras un velo negro”. (Pg.17)
2.    “…hicimos de los ojos una especie de espejos vueltos hacia dentro, con el resultado, muchas veces, de que acababan mostrando sin reserva lo que estábamos tratando de negar con la boca”. (Pg. 29)
3.    “Cuarenta personas dormían o intentaban desesperadamente dormir, algunas suspiraban y murmuraban en sueños, quizá vieran en el sueño aquello que soñaban, tal vez dijeran, Si esto es un sueño, no quiero despertar”. (Pg. 89)
4.    “…pero también es cierto, si eso le sirve de consuelo, que si antes de cada acción pudiésemos prever todas sus consecuencias, nos pusiésemos a pensar en ellas seriamente, primero en las consecuencias inmediatas, después, las probables, más tarde las posibles, luego las imaginables, no llegaríamos siquiera a movernos de donde el primer pensamiento nos hubiera hecho detenernos. Los buenos y los malos resultados de nuestros dichos y obras se van distribuyendo, se supone que de forma bastante equilibrada y uniforme, por todos los días del futuro, incluyendo aquellos, infinitos, en los que ya no estaremos aquí para poder comprobarlo, para congratularnos o para pedir perdón, hay quien dice que eso es la inmortalidad”. (Pg. 97)
5.    “Ante la muerte, lo que se espera de la naturaleza es que los rencores pierdan su fuerza y su veneno, cierto es que se dice que odio viejo no cansa”. (Pg. 100)
6.    “…pero seguro que volverá a echarla de menos después de haber comido, cuando el cuerpo se encuentre liberado de servidumbres brutales y egoístas que resultan de la simple, pero imperiosa, necesidad de mantenerse”. (Pg. 101)
7.    “Para éstos, la ceguera no era vivir banalmente rodeado de tinieblas, sino en el interior de una gloria luminosa”. (Pg. 110)
8.    “Todos tenemos nuestros momentos de flaqueza, menos mal que todavía somos capaces de llorar, el llanto muchas veces es una salvación, hay ocasiones en que moriríamos si no llorásemos”. (Pg. 118)
9.    “…así es el mundo, tiene la verdad muchas veces que disfrazarse de mentira para alcanzar sus fines”. (Pg. 150)
10.  “El miedo ciega…, ya éramos ciegos en el momento en que perdimos la vista, el miedo nos cegó, el miedo nos mantendrá ciegos”. (Pg. 156)
11. “La experiencia de la vida y de las vidas cabalmente demuestra que al tiempo no hay quien lo gobierne”. (Pg. 177)
12. “Si siguen así las cosas, acabaremos, una vez más, por llegar a la conclusión de que hasta en los peores males es posible hallar una ración suficiente de bien para que podamos soportar esos males con paciencia”. (Pg. 178)
13. “…pero lo peor fue cuando les dijeron, Tened paciencia, tened paciencia, no hay palabras más duras de oír, mejor los insultos”. (Pg. 193)
14. “…por haber perdido la luz de los ojos, perder también el faro del respeto”. (Pg. 195)
15. “…lo que se hace por propia voluntad cuesta en general menos que lo que se hace por obligación”. (Pg. 196)
16. “…entusiasmadas por tener a los hombres acorralados contra la pared, cogidos en su propia trampa lógica, de la que no podrían escapar, ahora querían ver hasta dónde llegaba la tan pregonada coherencia masculina”. (Pg. 197)
17. “…sabido es que las razones humanas se repiten mucho, y las sinrazones también”. (Pg. 198)
18. “No obstante, cada cosa llegará a su propio tiempo, no por mucho madrugar se muere más temprano”. (Pg. 200)
19. “…las apariencias engañan, y que no es por el aspecto de la cara ni por la presteza del cuerpo por lo que se conoce la fuerza del corazón”. (Pg. 202)
20. “…parece imposible que la fuerza animal del sexo sea tan poderosa, hasta el punto de cegar el olfato, que es el más delicado de los sentidos, siendo así que hay teólogos que dicen, aunque no con estas exactas palabras, que la mayor dificultad para poder vivir razonablemente en el infierno es el hedor que allí hay”. (Pg. 207)
21. “El azar, el hado, la suerte, el destino o como se llame exactamente lo que tantos nombres tiene, están hechos de pura ironía”. (Pg. 213)
22. “Para transportar el pan que como aún me quedan fuerzas, Lo que más pesa es siempre el pan de los otros”. (Pg. 214)
23. “Quien va a morir está ya muerto y no lo sabe, Que hemos de morir es algo que sabemos desde que nacemos, Por eso, en cierto modo, es como si ya hubiéramos nacido muertos”. (Pg. 233)
24. “Así como el hábito no hace al monje, tampoco el cetro hace al rey, es ésta una verdad que conviene no olvidar”. (Pg. 242)
25. “…la ceguera también es esto, vivir en un mundo donde se ha acabado la esperanza”. (Pg. 242)
26. “Esta sincera preocupación muestra qué infundados son los prejuicios de quienes niegan la posibilidad de que existan sentimientos profundos, incluyendo el amor filial, en los casos, desgraciadamente abundantes, de comportamientos irregulares, mayormente en el plano de la moralidad pública”. (Pg. 253)
27. “…hasta este punto puede engañarse el espíritu cuando se rinde a los monstruos que él mismo ha creado”. (Pg. 265)
28. “…cierto es que Dios da nubes cuando hay sed”. (Pg. 269)
29. “Tiene, no obstante, la palabra comida poderes mágicos, mayormente cuando aprieta el apetito, hasta el perro de las lágrimas, que no conoce lenguaje, empezó a mover el rabo”. (Pg. 271)
30. “…las lágrimas qué sentido tienen cuando el mundo ha perdido todo su sentido”. (Pg. 285)
31. “…qué frágil es la vida si la abandonan”. (Pg. 285)
32. “…ciegos de ojos, ciegos de sentimientos, porque los sentimientos con que hemos vivido y que nos hicieron vivir como éramos, nacieron de los ojos que teníamos, sin ojos serán diferentes los sentimientos”. (Pg. 289)
33. “…estas realidades sucias de la vida también deben ser contempladas en un relato, con la tripa en sosiego cualquiera tiene ideas, discute, por ejemplo, si existe una relación directa entre los ojos y los sentimientos, o si el sentido de responsabilidad es consecuencia natural de una buena visión, pero cuando aprieta la barriga, cuando el cuerpo se nos desmanda de dolor y de angustias es cuando se ve el animal que somos”. (Pg. 291)
34. “…por primera vez se preguntó si tenía algún motivo para seguir viviendo. No encontró respuesta, las respuestas no llegan siempre cuando uno las necesita, muchas veces ocurre que quedarse esperando es la única respuesta posible”. (Pg. 299)
35. “…es comprensible que alguien pregunte cómo se sabe que estas cosas ocurrieron así y no de otra manera, la respuesta es que todos los relatos son como los de la creación del universo, nadie estaba allí, nadie asistió al evento, pero todos sabemos lo que ocurrió”. (Pg. 304)
36. “…luego volvió a la sala, donde estaba el candil, iba a ser útil por primera vez desde que lo fabricaron, al principio no parecía que éste fuera su destino, pero ninguno de nosotros, candiles, perros o humanos, sabe, al principio, todo aquello para lo que venimos al mundo”. (Pg. 314)
37. “…gestos como éste indican hasta qué punto el descanso del cuerpo puede contribuir a la armonía de los espíritus”. (Pg. 315)
38. “…lo cierto y lo equivocado son sólo modos diferentes de entender nuestra relación con los demás, no la que tenemos con nosotros mismos, en ésa no hay que confiar”. (Pg. 316)
39. “Dentro de nosotros hay algo que no tiene nombre, esa cosa es lo que somos”. (Pg. 316)
40. “…los dormidos suspiraban y murmuraban, Este sueño no es mío, decían, pero el sueño respondía, No conoces aún tus sueños”. (Pg. 318)
41. “El viejo de la venda negra no respondió, sólo pensó que había tenido razón al no creer en la razón”. (Pg. 326)
42. “Guarda lo que no sirve y encontrarás lo que necesites, le había dicho su abuela”. (Pg. 329)
43. “…un escritor acaba por tener en la vida la paciencia que necesitó para escribir”. (Pg. 333)
44. “…Quiero decir que tenemos sentimientos de menos, O los tenemos, pero dejamos de usar la palabra que los expresan, Y, en consecuencia, los perdemos”. (Pg. 334)
45. “…Un escritor es como otra persona cualquiera, no puede saberlo todo, ni puede vivirlo todo, tiene que preguntar e imaginar”. (Pg. 334)
46. “Una organización, el cuerpo también es un sistema organizado, está vivo mientras mantiene organizado, la muerte no es más que el efecto de una desorganización”. (Pg. 339)
47. “…Creo que vamos a morir todos, es cuestión de tiempo, Morir siempre es una cuestión de tiempo, dijo el médico”. (Pg. 339)
48. “…El único milagro a nuestro alcance es seguir viviendo, dijo la mujer, amparar la fragilidad de la vida un día tras otro, como si fuera ella la ciega, la que no sabe adónde ir, y quizá sea así, quizá realmente la vida no lo sepa, se entregó a nuestras manos tras habernos hecho inteligentes, y a esto la hemos traído”. (Pg. 341)
49. “Bien cierto es que lo difícil no es vivir con las personas, lo difícil es comprenderlas”. (Pg. 345)
50. “…porque los libros del mundo, todos juntos, son como dicen que es el universo, infinitos”. (Pg. 349)
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Tenía una corona, pero no era cualquiera.

No sabía cómo había sucedido, pero estaba ahí, frente a quién-sabe-cuántos-mortales más haciendo fila para ser descartada como un desecho cualquiera, de esos ordinarios, que no se pueden reciclar; o para ser elevada como un ser superior, inmune a la peste que estaba envolviendo el mundo. 

Cada paso que daba aumentaba la angustia, la incertidumbre de lo que yo era, o bueno, de lo que estaba “dispuesta” a convertirme. Cada paso eliminaba o empoderaba mi futuro.
Aunque pensándolo bien, ya en este punto no tenía poder de decisión, me tocaba aceptar cualquier orden que me dieran, habíamos perdido todos, el derecho natural de decidir sobre nuestras propias vidas.

Mientras miles de pensamientos, se mezclaban con el latir de la ansiedad que lo nublaba todo, llegó mi turno. 

Una enfermera sacó el termómetro moderno que medía la temperatura a la velocidad de la luz y lo puso sobre mi mano…

Miedo. Ansiedad. Visaje de optimismo.

No le entendí lo que me dijo, pero las indicaciones por señales eran inconfundibles: tenía que pasar al lado de los posibles infectados. Me acababa de convertir en un desecho que aún respiraba y se movía.

Me sentí aislada, enferma, una amenaza. ¿Estaría enferma o era una equivocación? ¿La alta temperatura que había registrado sería por la cantidad de capas de ropa que llevaba encima?

Y…

Empezaron las órdenes:
1.    Siempre estarán vigilados
2.    Para ir al baño, necesitan ir encadenados con otra persona de seguridad.
3.    No pueden hacer actividades como antes. 

(milagro no se nos prohibió respirar)
Estábamos posiblemente infectados por lo que deberíamos apartarnos del mundo sano…y tal vez…morir todos aglomerados y castigados por el mismo virus. 

Tanto que deseé la corona de la victoria en todo lo que hacía, que terminé ganándome una indeseada la del Coronavirus. 

Se sentía como una sentencia de muerte. Sentir toser a alguien cerca de ti, era esperar lo peor, era un juego psicológico dañino y agotador. 

Ir al baño, podría ser la experiencia más inhumana que había vivido en mi vida. Ir acompañado de alguien, que no conoces, que te lleva como un animal sin derecho a la privacidad. ¿Acaso pensaban que nos íbamos a fugar por el inodoro?

mmm…escape, fuga, salida, ¡LIBERTAD! ¿Cómo sería estar libre de nuevo? ¿Estaría loca tan sólo pensar en una posible fuga? ¿Quiénes se atreverían a acompañarme? 

Pasaron los días y, por fin, llegaba el momento de llevar a cabo, el plan que habíamos creado entre Mateo, Lauren y yo: aprovecharíamos la noche para salir de aquel lugar. 
No sabíamos si era solsticio de verano o la ansiedad lo había vuelto más largo, pero el día se sentía eee-ttt-eee-rrr-nnn-ooo. Cada segundo era un milenio.

Cayó el sol, entró la luna a cumplir su turno y nosotros aprovechamos la falta de luz y de movimiento para caminar hacía la salida.

Salimos de nuestro cubículo y todo era extraño. Muy raro que, dentro de ese búnker de tantas reglas y órdenes, no tuviera tanta vigilancia. ¿Nos capturarían?
Estando en un país, donde no puedes escapar a las cámaras y donde la privacidad está revaluada, cualquier cosa podría pasar. 

Pero aún así, muertos de miedo, cruzamos la salida, esa puerta con cerca de metal que nos habían tenido encerrados por tanto tiempo, sin opción a cuestionar nada.

Las preguntas llegaban como un aguacero inesperado: ¿Estaríamos realmente enfermos y estaríamos cometiendo un atentado a la sociedad que estaba saludable? No lo sabíamos, pero tampoco sabíamos si estábamos realmente infectados, todo era una incertidumbre, como la vida misma.
Salimos lo más cauteloso posible. Mirábamos para un lado y para el otro, asegurándonos de no ver a nadie y de no ser vistos. 

La calle estaba oscura y fría. Nos sentíamos extasiados de felicidad, pero también de terror. Caminamos no sé cuántas horas hasta que los pies los dejamos de sentir. 
Caminábamos por una ciudad fantasma, inhabitada, silenciosa, huérfana de calor humano, ¿se habían ido todos?

Las preguntas invadían nuestras cabezas, pero el cansacio era tan grande que las palabras quedaban privadas de libertad. 
Por fin, decidimos dormir lo que quedaba de la noche en una casa que estaba justo al lado de un mini-mercado; sería bueno descansar para pensar bien cómo íbamos a seguir, a dónde iríamos. 

Aunque estábamos aparentemente libres, la libertad que vivíamos no se saboreaba como la habíamos vivido antes. Para mi, sabía a mango biche con sal, caminando por la playa de Santa Marta, dejándome llevar por el ritmo de las olas del mar. La nostalgia me invadió, pero las ganas de volver a sentirme segura, se apoderaron de mi, dándome energía para seguir. 

Lauren y Mateo se habían despertado, un poco confundidos por el cambio de lugar y el cansancio. Nos sentamos un momento en silencio, pensativos y dubitativos: ¿qué deberíamos hacer? No había mayor plan, sino que esperar unas horas más, para entender cómo era el movimiento de la ciudad, estar en un país ajeno lo hacía todo más complicado. 

Esperamos. La ciudad parecía fantasmagórica también de día. Teníamos hambre, pero no queríamos arriesgarnos a salir y quedar expuestos. Empezó a caer el atardecer en la ciudad y nos lanzamos a la calle, decidimos que íbamos a andar como si nada pasara. A la final, nada podría ser peor que estar encerrados sin saber sí estábamos contagiados o no y ser tratados como bacterias. 

Pasamos 2, 3 personas y nadie nos miró con asombro, porque estaban -afortunadamente- absortos en su celular. Logramos llegar a un refugio donde le daban comida gratis a la gente y cama dónde dormir.

Estábamos rodeados de gente que estaban esperando a ser pedidos por sus países para volver a casa. Llegamos al lugar que era. Se sentía paz, tranquilidad, seguridad al saber que íbamos a ser rescatados por nuestros gobiernos. 

Estábamos a punto de dormirnos cuando Lauren soltó una tos seca. 

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Publicista, amante de los libros, el café y los brownies. Escribo siempre que tengo una historia que contar.

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