No basta con tener un récord criminal o estar bajo los ojos de la justicia, para ser considerado un criminal. También están los que asesinan lentamente a otros, de a poquitos, matando sentimientos nobles y puros, asfixiando la esperanza.
ParecÃa normal, era intelectual y le gustaba bailar. Ella lo conoció una tarde de abril, bajo los balcones de la ciudad amurallada, cuando el sol se disponÃa a dormir y las aves revoloteaban con el cambio de clima.
Un simple tropiezo cambió la historia de los dos ese dÃa. Lo que ella no sabÃa es que cambiarÃa más para ella que para él, pero bueno la vida es asÃ.
Violeta iba distraÃda, caminando mientras hablaba por celular, cuadrando la cita con el proveedor que le solucionarÃa el problema que tenÃa con el aire acondicionado del local, que se habÃa dañado recientemente, lo que espantaba a un número significante de clientes.
Diego la vio caminar y le llamó la atención de inmediato. Su cadencia al caminar, su pelo largo café y la forma cómo golpeaba las palabras, activaron en él su ‘ilusión’ de querer conocerla, de filtrarse en cada poro de su vida y hacer parte esencial de ella.
Se tropezaron (a propósito para él y por casualidad para ella).“El destino querÃa que nos conocerÃamos”, le dirÃa Diego después a Violeta, mientras veÃan el atardecer mientras tomaban vino.
Su historia amorosa empezó justo después de ese tropiezo, nada formal, pero todo muy intenso. Diego se presentó como el hombre ideal: caballeroso, empático, interesante y soltero. Violeta en cambio, se mostró querida como siempre, pero un tanto distante, era muy pronto para volver a creer en el amor.
Los meses pasaban y su historia parecÃa ir solidificándose, hasta al punto de querer irse a vivir juntos para seguir disfrutándose sin tiempo lÃmite ni restricciones de ningún tipo. Hasta que algo se torció y Violeta recordó lo que su mamá siempre le decÃa: “de eso tan bueno, no dan tanto”.
Diego empezó a mostrarse distante, a cambiar los planes románticos por excusas baratas, a salir con unas largas y unas cortas. Para todo tenÃa una excusa que fundamentaba con argumentos válidos, pero que claramente bailaban sobre un piso de mentiras. Violeta a veces se impacientaba, trataba de creerle, pero algo en su interior le decÃa que él se estaba alejando, que algo pasaba y no entendÃa qué era.
Asà pasaron varios meses, nadando entre excusas y Violeta tragando entero, porque sentÃa que el amor que tenÃa que dar era mucho más grande y podrÃa con cualquier cosa. Hasta el dÃa que la noticia le cayó como un baldado de hielo: Diego tenÃa novia.
“N-O-V-I-A de Diego”, lo que siempre habÃa querido ser y lo que le habÃan arrebatado asà de la nada.
Esa fue la primera dosis de desilusión que sintió Violeta en su relación ‘on-and-off’ con Diego. Y asà vinieron varias desilusiones más. ParecÃa como sà a Diego se le hubiese convertido en un hobby ilusionarla y desilusionarla, parecÃa como si disfrutara de su dolor y se alimentara de él.
Los poemas y los e-mails emocionales caÃan como en cascada cuándo Diego la embarraba, porque sabÃa que era el código secreto para que Violeta cayera de nuevo y estuviera abierta a tener cualquier tipo de interacción emocional con él.
Asà iba Diego, aniquilando las emociones de a poquitos, ahogando la esperanza que albergaba Violeta en el corazón de que algún dÃa llegara a funcionar, que algún dÃa estuvieran en la misma sintonÃa para que por fin pudieran vivir su idilio de amor. Pero ese momento nunca llegó, por lo que Violeta decidió tomar una decisión radical después de tener sus emociones marchitas, a pesar de las lágrimas que derramó varias noches, sus sentimientos ya estaban secos por él, ya no habÃa nada que los hiciera florecer.
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