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A turtle story: Saving the species on Turkey's coast | Daily Sabah

Cierro los ojos y pienso en tortugas. ¿Será porque son capaces de ocultarse dentro de sí, cuando lo de afuera no les gusta? ¿Será porque son lentas, pero cada paso que dan, lo dan con una certeza incomparable? O, ¿será simplemente que me siento identificada por la calma que transmiten en todo momento? 

Quizás...

Quizás, sea una de estas cosas o todas al tiempo. 

Quizás sea porque he creado mi propio caparazón para esconderme cuando el mundo de afuera me desilusiona porque no gira al ritmo que quiero, porque el lugar más seguro se encuentra en la profundidad de lo que soy o simplemente porque lo de afuera me ha dejado ya de importar, ¡que todo rebote contra el caparazón!. 

Dentro de este caparazón, encuentro la verdadera calma y las respuestas a todas las preguntas parecen llegar sin obligarlas tampoco a qué se queden como conclusión. Sumida en el silencio profundo de mi interior, me dejo llevar y guiar por las ondas insonoras que se mueven a mi alrededor. 

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Niños frente a un reloj análogo

Sí nos remitimos a la pregunta existencial de “¿quiénes somos?”, podríamos tener diferentes aproximaciones dependiendo del filtro que tengamos desde lo espiritual, lo filosófico o incluso lo artístico. Pero ¿se han preguntado alguna vez sí somos seres numéricos? ¿sí nuestra existencia se resume en una secuencia de números que nos identifican?

 

En el plano metafísico, somos un conjunto de números, quizás hechos al azar, quizás marcados por un Dios, una creación superior que sacó unos números muy específicos para diferenciarnos a cada uno. Somos seres numéricos regidos por fuerzas invisibles que nos van guiando y llevando, como peces en una corriente de agua. 

 

Desde el día en que nacemos, estamos marcados por la hora y la fecha en que aterrizamos a este mundo terrenal, por las libras que cargamos en el cuerpo que hemos empezado a habitar y así vamos por este trayecto, que llamamos vida, acumulando números que nos definen. 

 

Algunos nos recordarán por nuestro número de celular que se quedó tercamente grabado en las paredes de su memoria, otros recordarán con cariño nuestra fecha de cumpleaños, los más cercanos se aprenderán nuestra cédula y algunos, curiosamente, decidirán recordar las veces que les hemos fallado, los años que tenemos o cuántas parejas hemos tenido, mientras que otros recordarán lo que les debemos (sí es que tenemos deudas pendientes).

 

Y así, vamos caminando con una sinfonía de números que revolotean a nuestro alrededor, definiéndonos de cierta forma y creándonos como seres numéricos. 

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La Peste de Albert Camus
"La peste" de Albert Camus es un clásico de la literatura del siglo XX, también conocida como una obra característica del existencialismo. Esta novela filosófica, publicada el 10 de junio de 1947 se basa en una plaga que llega a la cuidad de Orán, dejando a sus habitantes en una especie de transe existencial, al no saber qué pasará con sus vidas ni con la de sus seres amados. La cuarentena llega y con ella, también llegan las dudas, los sentimientos contradictorios y las ganas de estar en cualquier sitio, menos ahí encerrados por la incertidumbre y el miedo. 

Cuarentenas, epidemia, momentos angustiantes y dudas existenciales, parece que estamos hablando de la situación a la que nos sometió el COVID-19 con la pandemia que se instaló a nivel mundial y que nos sometió a un episodio que no nos imaginábamos nos tocaría vivir. Claramente, quedarse en la casa en esta época con tecnología, avances médicos e internet, no sería tan duro como lo que vivieron los personajes en la novela de Camus, sin embargo, uno encuentra ciertas semejanzas en la forma cómo uno se aproxima a situaciones que se encuentran fuera de nuestro control y que despiertan sentimientos más profundos, de bondad y empatía por los otros, al estar todos viviendo la misma situación sin escapatoria, pero que además nos lleva a ver lo que en realidad importa, lo que nos llena de vida cuando parece que ésta se escapa por ahí con un bicho que nisiquiera se ve.

A continuación, comparto 10 frases que me gustaron de "La peste" y que logra reflejar un poco la existencia durante una pandemia:

  1. "Una manera cómoda de conocer una ciudad es buscar cómo se trabaja, cómo se ama y cómo se muere en ella". (Pág. 10)
  2. "Sin duda, nada es más natural hoy en día que ver a gente trabajando desde la mañana a la noche para ir después jugar a las cartas, al café, a las charlas, perder el tiempo que me queda por vivir". (Pág. 10) 
  3. "Las plagas son una cosa común, pero se cree dificilmente en ellas, hasta que caen sobre nuestras cabezas". (Pág. 46)
  4. "Han habido en el mundo tantas veces como guerras; y pese a ello, las pestes y las guerras siguen pillando a todo el mundo por sorpresa". (Pág. 46)
  5. "A todas las circunstancias, incluso relativamente felices, en su vida de prisioneros, mezclaban al ausente, y lo que eran entonces no les podía satisfacer". (Pág. 84)
  6. "Al principio, cuando creían que era una enfermedad como las otras, la religión ocupaba su lugar. Pero cuando han visto que era cosa seria se han acordado del placer". (Pág. 139)
  7. "A mi edad se es sincero forzosamente. Mentir cansa mucho". (Pág. 234)
  8. "Pero quizá debamos amar lo que no podemos entender". (Pág. 247)
  9. "…he llegado a comprender que todas las desgracias de los hombres provienen de no hablar claro". (Pág. 287)
  10. "Después de todo es demasiado tonto no vivir más que en la peste. Es evidente que un hombre tiene que batirse por las víctimas. Pero si por eso deja de amar todo lo demás, ¿de qué sirve la lucha?". (Pág. 289)

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Hacía ya un par de años que no me veía con Valeria. Nuestra amistad había empezado en el colegio, de la forma menos esperada, mientras sacábamos fotocopias en un “receso” durante las validaciones de materias, después de acabar el año escolar. 

La impresora había empezado a imprimir como loca y las dos, después del susto que tuvimos, nos habíamos reído tanto que nos fue muy difícil parar. Terminamos con los cachetes adoloridos, lágrimas de felicidad rodando por nuestra cara y quizás con el abdomen más marcado. 

 

Mucho había pasado desde la última vez que nos habíamos visto. Nuestras vidas habían empezado a evolucionar con cada año que pasaba, porque de eso se trataba la adultez al fin de cuentas, ¿no?. En resumen, Valeria llevaba varios años casada y ya tenía su primer hijo, yo mientras tanto, apenas cumplía 1 año de casada. Valeria vivía en Estados Unidos, mientras que yo seguía viviendo en Colombia. 

 

Ese día que nos vimos, quedé verdaderamente impresionada con su casa. Era inmensa, decorada con muy buen gusto, tenía los techos altos (¡altísimos!), predominaba el blanco y la madera clara. En fin, la casa reflejaba el éxito que estaban teniendo. 

Cuando vi a Val, como le decía de cariño, la vi cambiada. Bueno, en realidad no esperaba encontrarla igual, los años pasaban y todo iba cambiando a su vez, evolucionando. Su perfección me dejó embelesada, no sólo era la casa que era perfecta, ella también era perfecta y no me equivoqué en esa apreciación. 

 

Después de la típica charla de “¡qué felicidad verte!”, “¡estás igualita, definitivamente los años no te pasan!”, etc., etc., llegamos a su estilo de vida. Era directora de una escuela de niños adinerados y, claramente, ganaba muuuuy bien. Me contó con lujo de detalles cómo hacía a diario para mantener una vida TAN perfecta y cómo hacía para que no se le escapara ni un detalle. Me explicó lo excelente que era en su trabajo y no sólo eso, sino cómo también era la mamá perfecta, la que cocinaba saludable, hacía ejercicio, cuidaba con esmero su figura y su apariencia física. Yo simplemente escuchaba, me parecía increíble que alguien pudiera mantenerse en calma con tanto nivel de perfección en cada aspecto de su vida y la envidié; sólo un poquito, por tener ese súper poder que claramente yo carecía. Mientras ella era la fotografía de la mujer 10, yo de milagro lograba salir de la casa sin dejar las llaves adentro.  

 

Después de darle de comer a su hijo, Val me mostró la terraza. Era gigante y tenía acceso a la bahía. El día ya había oscurecido y el agua se veía oscura; de la nada, percibimos un movimiento sospechoso y nos quedamos quietas esperando a ver qué podía ser. Al principio pensé que podría ser un pescado muy grande, aunque en el fondo no sabía exactamente que podría ser aquello. Y la vimos. Una serpiente grande, poderosa y seductora. Y no tuve tiempo de asustarme porque todo pasó muy rápido, la imagen de la serpiente saliendo del agua se desvaneció para convertirse en la imagen real del esposo de Val. Era alto, acuerpado y, al parecer, nadaba en las tardes por la bahía. ¿Cómo podía ser que vimos una serpiente y de la nada era el esposo de Val? ¿Era esto posible? ¿Podría un humano convertirse en reptil cuando se encontrara en otros ecosistemas? Realmente había quedado petrificada y un poco inquieta con toda la situación, además que se podría decir que no era muy fan de los reptiles.

 

Val saludó normal a su esposo como sí nada hubiese pasado, yo me tragué las palabras, no podía hablar cuando mi cerebro estaba hecho un torbellino de pensamientos y teorías. La perfección de la vida de mi amiga se me desvaneció, ella podía tener el control de todo lo que estaba a su alrededor y bajo su poder, pero haberse enamorado de un reptil sin saberlo, era algo que ella no podía controlar, el corazón había decidido por ella. 

 

Volví a la realidad, cuando Val me sacudió con un par de palabras y un leve zarandeo en el brazo. Me estaba preguntando que sí nos tomábamos un par de vinos, después que terminara de bañar al bebé. La verdad no tenía la más mínima intención de confirmar sí el bebé había heredado la genética reptil del padre. Le dije que no podía, que ya tenía que volver a casa, ella se sorprendió de mi actitud un poco fría, pero no dijo nada, sólo bajó los ojos y me dio un abrazo de despedida.

 

Siempre me había considerado de mente abierta, pero esto ya era más de lo que yo podía entender, mis sentimientos estaban atrapados en una nube pesada y negra. Me paré de repente en una calle solitaria y de poco tráfico, agarré mi celular y empecé a buscar en Google algo que hablara sobre la posibilidad de que existieran humanos-reptiles y tras un par de clics en diferentes artículos, encontré algo que me dejó sorprendida:

 

“Científicos del Instituto Heartstone para Enfermedades Cardiovasculares, en Estados Unidos, han trazado la evolución de las cuatro cavidades del corazón humano, descubriendo que existe un factor genético común entre dicha evolución y el desarrollo de los corazones de las tortugas y otros reptiles. Concretamente, los investigadores han demostrado que una proteína específica que se activa en los genes está implicada en la formación de los corazones de tortugas, lagartos y, también, de los humanos. Existe un gen implicado en todos los procesos de formación coronaria de las especies mencionadas, el llamado Tbx5, que ya se sabía que está relacionado con enfermedades coronarias congénitas en humanos. Desde un punto de vista evolutivo, los reptiles resultan esenciales para comprender la evolución del corazón humano”.

 

 

Sí desde el punto de vista evolutivo, los reptiles resultaban esenciales para comprender la evolución del corazón, yo definitivamente estaba en lo más bajo de la escala evolutiva. No entendía nada, ni siquiera podía comprender cómo nuestro corazón humano podía estar tan relacionado con esa especie…Lo pensé, lo estudié, lo traté de interiorizar y no lo logré, pero al final de todo mi embrollo mental, caí en cuenta que hay cosas que escapan nuestro más profundo entendimiento en esta vida, como el amor; lo podemos sentir, vivir, expresar, pero entender...no sé. Quizás hay cosas en la vida que basta simplemente con vivirlas, porque no necesitamos comprenderlas para sumergirnos al 100% en ellas y disfrutar de las sorpresas que nos encontramos en el camino. 

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"Como fuego en el hielo" es una novela escrita por la autora española Luz Gabás, más conocida por su primera novela "Palmeras en la nieve". Esta novela ambientada en los complicados años de mediados del siglo XIX, entre guerras y divisiones políticas, nace una historia de amor indestructible, que supera infinidad de tropiezos en su largo camino. 

¿Qué debería venir primero, el amor por alguien o el sueño que busca redimir la historia de tu familia? ¿Se podría vivir solo de amor o el amor no basta para todo? ¿Podría el amor esfumarse a lo largo de los años y enfriase por la distancia?

De esta novela, podríamos llevarnos muchas preguntas profundas y difíciles de responder, pero afortunadamente Attua y Cristela, los protagonistas de la novela, nos ayudan a responderla según como se desenvuelve su historia.

A lo largo de los años y, de las páginas leídas, los personajes van evolucionando y madurando, llegando a cuestionarse cosas cada vez más trascendentales referentes a cómo ven la vida, cómo deberían vivirla, pero sobretodo en cuanto a su ser y anhelos aún no cumplidos. 

A continuación, comparto catorce frases que me gustaron de "Como fuego en el hielo":

  1. "Deseó poder detener sus pensamientos, sobre todo aquellos que irrumpían de forma súbita pero imparable para atormentarla. Se preguntó, como tantas otras veces, si eso le sucedía solo a ella o si alguien como Davina sufría también por culpa de ese interminable monólogo interior, ese enredo de imágenes y asociaciones de ideas, que a ella la agotaba. Quizás más, se dijo, Davina estaba ociosa la mayor parte del día y, por lo que aseveraban las ajada ancianas del lugar, que habían sobrevivido a décadas de escasez por las malas cosechas y las guerras, la ocupación era la única medicina que calmaba la inquietud del ánimo y del pensamiento". Pg. 52-53
  2. "Para mover los negocios hay que tener una fe inquebrantable en nuevas ideas y mucha energía para llevarlas a cabo. ¿Conoces a algo político que tenga? Yo no". Pg. 93
  3. "Le resultaba difícil de comprender cómo surgía el amor, el súbito deseo de unirse a alguien para sentirse completo. Nacías, crecías y vivías años con la única compañía de tu yo interior y, de pronto, eso ya no era suficiente: necesitabas fundirte con otro ser habitado por su propio yo". Pg. 105
  4. "Nunca sabemos por qué o para qué pasan las cosas Attua, pero siempre hay que mirar hacia delante. Los sueños se pueden reconducir. No eres el único al que le toca cambiar de rumbo". Pg. 115
  5. "Los más ricos ya no son solo los grandes propietarios ni los aristócratas, sino los hombres de negocios. Siempre que tengas ganas de trabajar y visión de futuro, sobrevivirás". Pg. 115
  6. "Eran torpes e inexpertos, pero mostraban la misma sabiduría de la tierra que los rodeaba. Florecían a pesar de la oposición del aire. Maduraban a pesar del frío. Aprendían solo por el hecho de estar vivos". Pg. 140
  7. "Y la idea era, en escencia, que la muerte se presentaban en la vida de diferentes maneras -la ausencia significaba muerte; la decrepitud anunciaba muerte; el olvido ensalzaba su triunfo-, pero se proclamaba irrefutable y descaradamente invicta cuando se terminaban los sueños". Pg 229
  8. "Si tan convencido estás de que nada, ni siquiera le paso del tiempo, te proporcionará alivio, mi consejo es que no renuncies a tener una familia. A veces, lo único que tiene sentido es la continuidad de tu propia sangre". Pg. 241
  9. "Había escuchado a alguien decir que la esperanza era todavía más peligrosa que la desesperación, porque se empeñaba en continuar presentan do como alcanzable lo que se deseaba, mientras la cólera, el enojo o el despecho terminaban por morir con el tiempo". Pg. 346-347
  10. "La vida era como la precipitación de la nieve según la estación del año: intensa o tediosa, vertiginosa o pausada, pero nunca sosegada". pg. 367
  11. "La vida era una traición continuada. Cualquier elección de un camino, voluntario o forzada, incluía un rechazo de los otros que se abandonaban. Una vez emprendido el camino, solo quedaba la propia supervivencia". Pg.375
  12. "Y el resentimiento no terminaba con la muerte, sino que pasaba a las siguientes generaciones, como los muebles de una herencia". Pg. 511
  13. "La vida tenía la sorprendente habilidad de repetirse". Pg. 511
  14. "Recordó entonces una frase de su infancia "Casa puesta, muerte a la puerta", repetían las ancianas de Albort. Querían decir que, mientras uno tenía trabajo que hacer, algo por lo que luchar, el mismo esfuerzo lo mantenía vivo. Cuando su faena terminaba, cuando el propósito ya estaba cumplido, solo cabía esperar a que su paso p or el mundo terminara también". Pg. 528

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El día estaba soleado y la brisa fluía con mesura. Se podría decir, según el pronóstico del tiempo, que era un día ideal para viajar, porque a pesar de todo el avance de la tecnología para construir aeronaves que pudieran sobrevivir a una variedad de posibles escenarios, el miedo silencioso que latía en las profundidades de la psiquis, lograba sobrepasar el conocimiento y entendimiento racional de las probabilidades. La mente analítica trataba de acallar el miedo inconsciente y éste parecía rendirse con cierto desdén. 

A pesar que el sol a veces decidía no darse una vuelta por Bogotá, hoy era un día de esos que el cielo se destapaba para dejar pasar los rayos del sol que atravesaban la atmósfera con una intensidad calurosamente mágica. 

Andrés se estaba preparando para coger sus cosas y abordar el vuelo AV 215 con destino a Cartagena. Tenía un aire tranquilo, que a él le costaba asumir estando en un aeropuerto, pero el trago de ginebra mezclado con el pronóstico del tiempo, habían ayudado a tener una actitud relajada. Además, el vuelo estaba puntual y el abordaje se estaba haciendo de la forma más efectiva.


Andrés se sentó en la silla 2D y acomodó su ligero equipaje de forma rápida, con el fin de sentarse y empezar a leer las noticias del día, mientras que esperaba a que todos los pasajeros abordaran. Subir de primero y escoger pasillo, otra de las cosas que le proporcionaban seguridad ontológica al viajar. 

Todos los pasajeros abordo, video de seguridad desplegado, chequeo cruzado listo, bienvenida del piloto finalizada. Todo en orden para despegar. Y ahí iba a Andrés con el miedo latente adormilado y la mente analítica, manteniendo el orden dentro de su ser. 

Treinta minutos de vuelo y parecía ser uno excepcional, sin percances ni nubes voluptuosas amenazando la estabilidad mental de los pasajeros. Cuarenta y cinco minutos de viaje y justo cuando Andrés iba a cantar victoria por ese vuelo tan fenomenal, salió una azafata dando un anuncio poco previsible. 

"Apreciados pasajeros, les recomendamos mantener puesto el cinturón de seguridad en todo momento. Queremos informarles que no podremos aterrizar en el aeropuerto Rafael Nuñez de la ciudad de Cartagena como estaba previsto, por un percance en este aeropuerto. Le solicitamos amablemente mantener la calma. Tenemos otra opción de aterrizaje; lo haremos en la bahía de Manga". 

¿Cómo mantener la calma en un momento como éste? ¿qué había que hacer para no perder la noción de la realidad y pensar con claridad? El vuelo tenía un pasajero inesperado: el miedo. La desesperación, la incertidumbre y las emociones inundaban el aire, hasta parecía que la composición del oxígeno había cambiado porque respirar se había vuelto más difícil. Qué rara era la mente, ¿no? Les habían dado el problema y la solución, pero la mente ansiosa y puesta en condiciones alarmantes, decidía tomar los caminos más oscuros, quizás para cubrirse "en salud" o para no crearse falsas ilusiones, creyendo que imaginando el peor escenario posible, se cubriría frente al posible sufrimiento. 

La azafata tuvo que volver a hacer otro anuncio, con su voz trabajada para mantener la calma, pedía silencio y tranquilidad, porque no estaban en situación de riesgo, simplemente era un cambio de planes. Andrés pensó que quizás, querían que todos se calmaran, para que tuvieran una muerte más serena. Agghh la mente. Envidió en ese momento la serenidad que mantenía la tripulación. 

Los pasajeros que estaban en ventana, podían visualizar cómo se iban acercando a la bahía. Parecía que el tiempo pasaba en cámara lenta, aunque en verdad, la velocidad del avión decía todo lo contrario. El avión, cargado de dudas, oraciones y ansiedad, empezó a descender. El piloto murmuraba "ojalá no haya nadie en la pista", mientras que las ruedas del avión se iban desplegando hasta tocar tierra. 

El sonido seco y fuerte del avión tocando tierra, el sonido de las maletas golpeándose contra la cabina, el suspiro de algunos, las lágrimas de otros. Todo mezclado en un mismo coro ambientaba la ocasión. Andrés, sentía como sí hubiesen aterrizado literalmente dentro de la bahía porque el sudor frío lo había invadido, se sentía como un helado derritiéndose a pleno sol caribeño del medio día; los pensamientos ya no venían ordenados, cómo sí alguna vez pasara así en realidad. Parecía como sí en su mente se hubiese atravesado una nube porque había dejado de pensar con claridad, no sabía cómo interpretar sus sentimientos y quizás estuviera a punto de explotar en lágrimas de aturdimiento, como una nube cuando ha superado su límite de crecimiento y ya no queda otra opción, que romper en pequeñas gotas de agua. 


Afortunadamente nadie había salido herido de esa hazaña inesperada, quizás las oraciones habían calado en la organización de los hechos o tal vez, el piloto tenía amplia experiencia en aterrizajes forzosos en lugares inesperados. Como fuera la situación, Andrés se sintió transformado más allá de lo físico, sintió que su alma se había renovado, como si hubiese tenido un upgrade del sistema operativo, como si hubiese resucitado al estilo de Jesús. El miedo lo había transformado, lo había llevado a vivir en carne propia la fobia que tenía a la incertidumbre de montarse en un avión y entregarle su vida a un piloto que nisiquiera conocía. El miedo lo había enfrentado en un duelo directo y sin intermediarios, donde sólo quedaba confiar y salir adelante. Confiar en que todo podía salir bien. Confiar en la vida y entregarse a la situación. Confiar, porque de nada servía tener todo bajo control, cuando existían cosas que quizás saldrían de una forma inesperada, porque la vida finalmente era eso: un conjunto de sucesos inesperados que se presentaban sin antelación para enseñarnos de a poquitos la verdadera experiencia del ser en forma humana.

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 ¿Será que los años llegan como una lluvia pesada y fría, cargada de todo lo que creemos debería ser la vida? ¿Será que con el peso del tiempo, nuestra mente, se vuelve más cuadriculada, las ganas y la pasión de hacer nuestros sueños realidad cambia de estado, pasando de sólido a líquido y finalmente a gaseoso? Escapándose, de la forma más silenciosa e inesperada...

Tantas preguntas que llegan en cascada después de leer un párrafo de un libro de Murakami:

"Había alcanzado esa edad en la que ya no era joven y algo se perdía irremediablemente en mi, como sí un fuego en mi pecho se extinguiera poco a poco, y me olvidara del calor que me había proporcionado.

Supongo que en algún momento tendría que haber reaccionado, haber tomado alguna medida, pero siempre lo dejaba para más adelante..." - La muerte del Comendador, Libro 1 - Haruki Murakami.

Creo que cuando uno hace el ejercicio de recordarse a sí mismo cuando era más joven, conociendo por primera vez tantas cosas de la vida semi-adulta, es normal reconocerse más ilusionado, más vibrante, más creyente en que todo es posible, pero puede ser que el paso del tiempo vaya destiñendo todas esas creencias y formas de percibir el mundo. Puede ser que "la madurez" nos vuelva más rígidos, más racionales, hasta más miedosos y, por lo tanto, menos soñadores y, quizá debido a eso, nos entregamos a la vida como unos simples veleros, esperando a que el viento sea nuestra brújula y nos mueva según le plazca.

A mayor número de años, mayor debería ser la fe. La fe en la vida, la fe en nuestros sueños, la fe en la humanidad, la fe en nosotros mismos. A medida que nos adentramos en el camino de la madurez, deberíamos trabajar por conservar la fe intacta en las cosas buenas de la existencia, en disfrutar lo que alguna vez nos hizo tan felices y dejar de dar por sentado cualquier cosa que se nos aparece en el camino, porque como bien dice Murakami: "Miro atrás y me doy cuenta de que la vida es un misterio insondable. Está llena de casualidades, de cambios de rumbo tan repentinos e increíbles como retorcidos e impensables; y cuando suceden, no apreciamos, sin embargo, ningún misterio en ellos".

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A Elisabet Benavent la descubrí este año a través de la serie de Netflix, “Valeria”. Aunque la verdad, me había encontrado con esta autora hace un par de años en las tiendas que venden libros en los aeropuertos, pero nunca me había decidido a leerla. 

Me gustó mucho la serie de "Valeria" porque a través de las experiencias que viven sus personajes frescos y divertidos, evidencia las diferentes caras que puede tener el amor, la lucha por lograr cumplir sueños, afrontar miedos y el dinamismo que contiene las amistades entre mujeres. En fin, se podría decir que es como una versión de  'Sex and the City', pero en Madrid y con millenials. 

Cuando me decidí a leerla, empecé buscando entre la variedad de obras que había escrito Elísabet y tomé la decisión de conocerla a través de "Un cuento perfecto" y ¡me encantó! Tengo que confesar que fue algo adictivo y, por eso, me decidí a leer otra obra de Benavent: "Fuimos Canciones" que va de la mano con "Seremos Recuerdos"


Una historia de amor como pocas, un trio de amigas que van descubriéndose en el proceso de crecimiento personal y emocional, que se acompañan entre sí para afrontar las dificultades que la vida les presenta. El amor, cómo el amor también crece, madura y evoluciona, cómo los prejuicios se van derrumbando poco a poco y los miedos se vuelven motores para alcanzar lo soñado. 

A continuación, les dejo las 24 frases de "Fuimos Canciones" que más me cautivaron:

1. “Los detalles. En los detalles espera agazapada siempre la verdad”. Pg. 20


2. “Nosotros siempre fuimos una batalla perdida de antemano. El talón de Aquiles del otro; la debilidad y la fortaleza entrelazadas” Pg. 20


3. “…porque la realidad que más pesaba era que siempre fue la mujer de una vida que no estaba preparado para tener”. Pg. 26


4. “Su sola imagen provoca en ti la muerte de cientos de miles de neuronas encargadas de la salud mental”. Pg. 50


5. “Sus doce mil encantos no son una mentira con la que hayas querido autoconvencerte de que merece ser querido. Lo merece…, pero por otra, porque sus pequeños defectos, a ti en concreto, te destrozan”. Pg. 52


6. “Tropezamos siempre con la misma piedra en una especie de <<zasca>> cósmico. En realidad, no huyes de las cosas…, las llamas con tu pasividad”. Pg. 71


7. “Si alguien piensa que la literatura le es ajena, le diré que alguien escribió ya en alguna parte la respuesta a alguna de sus preguntas”. Pg. 73


8. “Porque una relación sin amor es una pérdida de tiempo vital. Y la vida es muy corta como para ir regalándola a cualquiera”. Pg. 95


9. “Fue una ruptura como todas. Cuando aún hay amor, la ruptura siempre es fea”. Pg. 103


10. “Ni siquiera me había preguntado si lo que teníamos me hacía feliz. Y si algo no te hace feliz de algún modo…¿por qué tenerlo en tu vida? Y ojo, no es simplista; siendo sinceras con nosotras mismas, incluso cosas que nos suponen un esfuerzo, que traen algún que otro disgusto, nos hacen felices. Pero otras…, otras las mantenemos porque decidimos que dejarse llevar por la corriente es mucho más cómodo que tomar decisiones”. Pg. 153


11. “En resumen: no quería verla ni en pintura, pero que no me tocara los recuerdos, porque allí sí que quería tenerla siempre”. Pg. 212


12. “A mí decidir no pensar en algo, me convierte en una obsesión con piernas”. Pg. 217


13. “Es de esos. De los que te rompen el corazón <<por tu bien>> y de los que nunca usan un ascensor”. Pg. 220


14. “El drama de las redes sociales. El triunfo de la democracia total. El reino de las opiniones libres, del pueblo soberano y de las modas pasajeras. De los virales. Internet. Mi infierno personal al alcance de mi Smartphone”. Pg. 242


15. “Hay amores que no salen ni con agua caliente “. Pg. 266


16. “No hay nada que nos parezca más atrayente que una historia imperfecta porque creemos que podemos arreglarla”. Pg. 266


17. “El amor viene y va. Las personas vienen y van. Hasta que de vez en cuando la chispa perdura. Y eso, ESO es lo complicado. Que un amor dure SIEMPRE, que no se vaya, que se quede ardiendo dentro sin importar cuánto tiempo pase”. Pg. 320


18. “Lee. Lee lo que te apetezca, déjate seducir por títulos diferente, ve probando. Y no dejes que nadie te convenza de que hay géneros menores”. Pg. 355


19. “No voy a atreverme a decir que la sinceridad está sobrevalorada, pero creo que guardar secretos está infravalorado”. Pg. 417


20. “Pero terminé entendiendo que somos más complicados de lo que suponemos y que no nos educan para sentir”. Pg. 452


21. “Deberíamos aprender que las cosas jamás llegan cuando las deseamos”. Pg. 471


22. “Te dejó porque eras un lastre. Cuando alguien quiere como tú entiendes el amor, ese amor se lo come absolutamente todo. Y después, con los años, solo queda la rabia de saber que aún así el amor no compensó. No hubiera sido suficiente, y él lo sabía” Pg. 481


23. “Eres la mujer capaz de hacerme perder la cabeza, pero para mí eso nunca fue bueno. La vida no es como las películas. No me gusta sentir que me haces perder el control. Siempre te quiero demasiado, te odio demasiado o espero demasiado y en el exceso nos diluimos. Somos dos amigos que llevan tanto tiempo enamorados que el amor se les ha podrido en el pecho”. Pg. 500


24. “No todos los cosquilleos en el estómago son amor; no todas las mariposas nacen por alguien que vale la pena. A veces son solo hijas de la ilusión de verse capaz de seguir queriendo”. Pg. 506


Sí quieres conocer más sobre los libros que he leído, te invito a seguirme en mi cuenta de Instagram: Bookstova_
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La energía y el agua tienen un comportamiento interesante: siempre buscan el punto de menor resistencia. La energía, por un lado, tiende a buscar el camino más rápido para llegar a la tierra y el agua se va adaptando dependiendo de la forma que la contenga, comportamientos que a simple vista tienen todo el sentido. 

 

Pero, ¿qué pasa cuando revisamos el comportamiento del ser humano? Creería que en muchos casos pasa todo lo contrario: tendemos a la búsqueda del punto de mayor resistencia. Quizás porque culturalmente hay cierta influencia en creer que el drama debe ser parte de nuestra vida, parte necesaria, quizás porque nos aferramos demasiado a cualquier cosa, que por insignificante que sea nos tendemos a aferrar con pasión y obsesión. O simplemente porque nos gusta vivir la adrenalina de estar mal y después sentir los frutos de la reconciliación con el problema: el alivio, la paz anhelada, la euforia de tener lo que tanto esperábamos. Cualquiera que sea el caso, tendemos siempre a la búsqueda del punto de mayor resistencia.

 

Por eso, cuando nos enfrentamos a situaciones difíciles tendemos muchas veces a subirlas de nivel. No buscamos el punto más rápido para llegar a la tierra para entender lo que sentimos y pensamos, sino que nos aferramos al problema o a la situación difícil, creyendo que es lo más sensato y terminamos dándole mayor energía a algo que no queríamos; por eso, somos incapaces de adaptarnos a cualquier situación y todos nos empieza a pesar, lo que nos impide fluir. 

 

¿Qué tal sí viviéramos un poco más acorde a los principios de la energía y el agua? Sí dejáramos llevarnos por la vida, teniendo la capacidad camaleónica de adaptarnos dependiendo de la circunstancia, de fluir sin cargar pesos innecesarios y logrando aterrizar mejor nuestros pensamientos y sentimientos. ¿Cómo sería no ponerle resistencia a lo que estamos viviendo y simplemente viviéramos y experimentáramos la vida en su máxima esencia? 

 

A la final somos energía que no nace ni se destruye y nuestro cuerpo es 70% agua, pero vivimos bajo principio superfluos que nos afectan la existencia, porque nos creemos más que eso y nos hacemos un nudo con cualquier cosa. Transformémonos como la energía y fluyamos como el agua. 

 

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Eran las 7:00 a.m., hora de prepararme el primer café del día. Se notaba que iba a ser un día gris, de esos que se llenan de nubes que avecinan una tormenta, pero bueno, daba igual, estábamos en cuarentena. 

Me había acostumbrado a la rutina pandémica que se había ido instalando en mi vida. Día tras día, se iban adhiriendo nuevos hobbies a mi lista, nuevos aprendizajes de la vida hogareña y recetas inigualables que llegaban hasta sorprenderme de lo ricas que me quedaban.

 

La vida había cambiado, al menos como la conocíamos. Quizás en la oficina, sería la hora de pararme e ir a comprar un Flat White Grande en Starbucks para airear un poco la mente y tener un shot de energía líquida, pero ahora era la hora del bebé vecino que lloraba como sí se estuviese quejando de estar viviendo en este momento, durante este tiempo tan incierto.

A las 4:00 p.m. escuchábamos a nuestra vecina con vocación de soprano, entrenando su voz a punta de solfeo. A veces le hacíamos competencia cantando desafinadamente reggaetón y en otras ocasiones, la opacaban los mariachis que llegaban de imprevisto a darnos serenata a cambio de unos cuantos pesos. 

 

Cuando el sol empezaba a esconderse, el himno nacional parecía cantar su despedida, a eso de las 6:00 p.m., haciéndonos creer que quizás teníamos a un viejito patriótico que sí o sí ponía el himno a esa hora, todos-los-días.

 

Dicen que sólo bastan 21 días para que un hábito se instale en el ser humano y ya llevábamos más de 40 días en cuarentena, en aislamiento preventivo, lo que me hacía pensar que quizás ya se nos había reseteado el sistema social, que quizás estábamos haciendo un MBA en cómo ser ermitaño y lo estábamos logrando de maravilla. Claro había excepciones como en todo, estaban los que preferían arriesgar su vida por obtener un descuento escueto, pero al fin y al cabo descuento o salir como sin nada, porque “de algo había que morirse”. 

 

A la final, este virus nos había puesto la vida patas pa’ arriba y nos había ayudado a desbaratar conceptos arraigados que teníamos, como el simple hecho de ir obligatoriamente a la oficina para trabajar. Aún así pareciera que estuviéramos viviendo en una realidad distópica o en un capítulo de Black Mirror, pero en cualquiera de los casos, parecía que estábamos comprobando la teoría de las especies de Darwin:“No es el más fuerte de las especies el que sobrevive, tampoco es el más inteligente el que sobrevive. Es aquel que es más adaptable al cambio".

 

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Publicista, amante de los libros, el café y los brownies. Escribo siempre que tengo una historia que contar.

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