Érase una vez 3 amigas que comían en Mc Donalds y creían que iban a ser gordas pero no, porque eran de dieta de estrellas con polvo mágico bronceado y se comían 2 pedazos de pétalos achocolatado con 4 fresas y 1 man envuelto en habichuelas mágicas, mientras el corazón latía sin ganas pero con fuerza y le decía que lo quería pero en otro pensaba. En realidad la confusión era terriblemente dulce con un toque de desespero y exquisitez que la hacían ir de acá pa allá en busca de un príncipe azul, verde, rosado aunque no gay ni afeminado pero sí como lo soñaron las 3 princesas que permanecían solteras hasta los 23, cuando apareció el hombre esperado que cambió el rumbo de sus vidas debido a las oleadas de amor bajo las estrellas de neón que cubrían el techo de historia que avanzaba, mientras una estrella fugaz se escapaba veloz por medio de nubes rosadas que florecían de un atardecer mediado por un romance que acababa con un apasionado beso lleno de sutiles caricias en diversas partes de su desnudo cuerpo y llenaban de locas ideas sus cabezas que revolucionaban el ritmo cardiaco. Entonces no había un momento en donde la sensualidad de ellos no cuadrara con el rumbo del amor que tenían, ya que no lo habían pensado, lo inesperado había llevado la relación a lo efímero por eso estaban tan hambrientas y sedientas sin razón porque ya habían probado la fruta prohibida y ahora buscaban lo delicioso de lo exótico y en vez de pensar y pensar decidieron actuar cuando se dieron cuenta que habían perdido tiempo con un sapo de primera categoría que solo quería acostarse con la princesa quién creía que de verdad el la quería; y lo prometido era deuda. Aunque disfrutó el momento, nada podía arruinar aquella historia de amor aunque otro sapo o príncipe (no se sabía aún) fuera pueltoliqueño y viviera en un apto blindado, dijera que le encantaba las risas y ella no quisiera regalarle así sea una de ellas, le dio algo mejor, su amor incondicional pero su corazón bailaba tango al ritmo de los sueños de la princesa pues el sapo era bailarín de tango pueltoliqueño. Ella quería quererlo pero no sabía si era correcto, pues el otro sapo no desaparecía de su mente, aunque ella sabía que el era alguien especial; pero tenia la cura, besar a otro sapo aunque el otro no desapareciera de su mente. Sólo había que salir y disfrutar la noche y la armonía de la vida.
Ana María Bustos
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Publicista, amante de los libros, el café y los brownies. Escribo siempre que tengo una historia que contar.
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