Una ola sin rumbo


Las personas van y vienen como las olas del mar, a veces rápidas, a veces lentas, otras veces fuertes y en ocaciones suaves. 


Yo quería que tú fueras esa ola que golpeó contra la orilla y murió en la dulce arena blanca, donde tus sueños y los mios se unían en uno solo y crecían, como crecen las estrellas de mar, 'solitarias' y tranquilas. 

Pero un día cualquiera, el día más inesperado, esa ola que llegó con tanta fuerza, carisma y dulzura, se cansó de querer construir el castillo de arena, el más grande de todos y se dejó llevar por el miedo de lo que se compromete cuando uno abandona la tranquilidad, que solo la da
el mar abierto.
Esa ola dio un "adiós" seco a lo que alguna vez quiso tanto y prefirió dejar el castillo de arena a medio hacer, porque las preguntas pudieron más y lograron secuestrarla en la inmensidad de las dudas, que a veces resultan buenas, pero a ratos llevan el amargo sabor de la traición. 

Díficil saber si la misma ola vuelve, díficil volver sin cambiar, si el mar como la vida, logran revolcar emociones, dudas, pensamientos y sueños. Díficil volver a encontrarnos en el mismo momento, en que tú te sentías como la ola que nunca se fue y yo como la arena que nunca quiso que te fueras.

Ana María Bustos

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