Su imprudencia es clásica, llega sin avisar cuando menos te lo esperas y logra despertar un sinnúmero de sentimientos entorno a ella. Su visita a veces corta, a veces larga es sinónimo de que las nubes ya están saturadas de emociones y necesitan descargarse como dé lugar.
“¿Hace cuánto no disfruto de la lluvia?” me pregunté y después de varios minutos divagando descubrà que antes amaba la lluvia, correr bajo su estruendoso ruido, jugar mientras caÃan miles de gotas por segundo y llegar empapada de nuevas historias divertidas por contar.
Pareciera que crecer está ligado a dejar de disfrutar las pequeñas cosas que vienen con cada dÃa, porque las preocupaciones tienden a apoderarse de nosotros para enredarlo todo.
Hoy, después de varios años de esconderme bajo el paraguas o detrás de razones para no salir, dejé seducirme por las goticas frÃas que caÃan del cielo para inundar la ciudad y despertar mis ideas.
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