¿Para qué un hombre lobo, si existe el hombre gato?



Estaba durmiendo en la habitación de Nats cuando sentí que un hocico tocaba mi nariz y pensé rápidamente que era un cachorrito; sonreí sin abrir los ojos. Al momento que decidí ver al “cachorrito” me di cuenta que era un gato. ¡Era el gato de Nats!. El me miraba con una mirada tierna y yo le esquivaba la mirada con un miedo que traba de ocultar.


-La escena se desvaneció-


Me encontraba con Nats e Isabelle en la cocina de su casa y hablábamos de McCat. Isabelle decía que McCat era un gato, o bueno un hombre, muy juicioso, que estudiaba mucho.
McCat apareció ésta vez como un hombre, tenía una mirada tierna y una sonrisa perfecta. Me miraba y yo lo miraba, era el hombre con el que siempre había soñado pero tenía un único defecto: ¡Era hombre y gato a la vez!


Todos se preguntaban: ¿Podrá ella tener una relación seria con McCat? ¿Aceptará que él sea gato? ¿Cómo será esa relación?


Yo mientras me divertía con McCat que ahora aparecía como gato. Su silencio era infinito y mis preguntas también. ¿Podría yo aceptar que el fuera un gato? ¿Y si lo dejaba para siempre? ¿Por qué tenía que ser un felino? ¿Podría quedarse como hombre para toda la vida? Y millones de preguntas más que me estaban llevando al borde de la locura.


No sabía que era lo que estaba sintiendo pero lo que sí sabía es que nunca nadie me había despertado ese sentimiento. Era algo surrealista, algo que no se iba, que permanecía y volvía todas mis preguntas efímeras. Él y yo sentíamos que estábamos hechos el uno para el otro; el con sus defectos y yo con los míos. ¿Así era entonces el amor? ¿Llegaba en el momento más inesperado y de la forma nunca antes imaginada? Tal vez por eso decidí que por más gato que fuera, era el hombre de mi vida y tenía que aceptarlo como cupido me lo había enviado.

Ana María Bustos

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