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Hacía ya un par de años que no me veía con Valeria. Nuestra amistad había empezado en el colegio, de la forma menos esperada, mientras sacábamos fotocopias en un “receso” durante las validaciones de materias, después de acabar el año escolar. 

La impresora había empezado a imprimir como loca y las dos, después del susto que tuvimos, nos habíamos reído tanto que nos fue muy difícil parar. Terminamos con los cachetes adoloridos, lágrimas de felicidad rodando por nuestra cara y quizás con el abdomen más marcado. 

 

Mucho había pasado desde la última vez que nos habíamos visto. Nuestras vidas habían empezado a evolucionar con cada año que pasaba, porque de eso se trataba la adultez al fin de cuentas, ¿no?. En resumen, Valeria llevaba varios años casada y ya tenía su primer hijo, yo mientras tanto, apenas cumplía 1 año de casada. Valeria vivía en Estados Unidos, mientras que yo seguía viviendo en Colombia. 

 

Ese día que nos vimos, quedé verdaderamente impresionada con su casa. Era inmensa, decorada con muy buen gusto, tenía los techos altos (¡altísimos!), predominaba el blanco y la madera clara. En fin, la casa reflejaba el éxito que estaban teniendo. 

Cuando vi a Val, como le decía de cariño, la vi cambiada. Bueno, en realidad no esperaba encontrarla igual, los años pasaban y todo iba cambiando a su vez, evolucionando. Su perfección me dejó embelesada, no sólo era la casa que era perfecta, ella también era perfecta y no me equivoqué en esa apreciación. 

 

Después de la típica charla de “¡qué felicidad verte!”, “¡estás igualita, definitivamente los años no te pasan!”, etc., etc., llegamos a su estilo de vida. Era directora de una escuela de niños adinerados y, claramente, ganaba muuuuy bien. Me contó con lujo de detalles cómo hacía a diario para mantener una vida TAN perfecta y cómo hacía para que no se le escapara ni un detalle. Me explicó lo excelente que era en su trabajo y no sólo eso, sino cómo también era la mamá perfecta, la que cocinaba saludable, hacía ejercicio, cuidaba con esmero su figura y su apariencia física. Yo simplemente escuchaba, me parecía increíble que alguien pudiera mantenerse en calma con tanto nivel de perfección en cada aspecto de su vida y la envidié; sólo un poquito, por tener ese súper poder que claramente yo carecía. Mientras ella era la fotografía de la mujer 10, yo de milagro lograba salir de la casa sin dejar las llaves adentro.  

 

Después de darle de comer a su hijo, Val me mostró la terraza. Era gigante y tenía acceso a la bahía. El día ya había oscurecido y el agua se veía oscura; de la nada, percibimos un movimiento sospechoso y nos quedamos quietas esperando a ver qué podía ser. Al principio pensé que podría ser un pescado muy grande, aunque en el fondo no sabía exactamente que podría ser aquello. Y la vimos. Una serpiente grande, poderosa y seductora. Y no tuve tiempo de asustarme porque todo pasó muy rápido, la imagen de la serpiente saliendo del agua se desvaneció para convertirse en la imagen real del esposo de Val. Era alto, acuerpado y, al parecer, nadaba en las tardes por la bahía. ¿Cómo podía ser que vimos una serpiente y de la nada era el esposo de Val? ¿Era esto posible? ¿Podría un humano convertirse en reptil cuando se encontrara en otros ecosistemas? Realmente había quedado petrificada y un poco inquieta con toda la situación, además que se podría decir que no era muy fan de los reptiles.

 

Val saludó normal a su esposo como sí nada hubiese pasado, yo me tragué las palabras, no podía hablar cuando mi cerebro estaba hecho un torbellino de pensamientos y teorías. La perfección de la vida de mi amiga se me desvaneció, ella podía tener el control de todo lo que estaba a su alrededor y bajo su poder, pero haberse enamorado de un reptil sin saberlo, era algo que ella no podía controlar, el corazón había decidido por ella. 

 

Volví a la realidad, cuando Val me sacudió con un par de palabras y un leve zarandeo en el brazo. Me estaba preguntando que sí nos tomábamos un par de vinos, después que terminara de bañar al bebé. La verdad no tenía la más mínima intención de confirmar sí el bebé había heredado la genética reptil del padre. Le dije que no podía, que ya tenía que volver a casa, ella se sorprendió de mi actitud un poco fría, pero no dijo nada, sólo bajó los ojos y me dio un abrazo de despedida.

 

Siempre me había considerado de mente abierta, pero esto ya era más de lo que yo podía entender, mis sentimientos estaban atrapados en una nube pesada y negra. Me paré de repente en una calle solitaria y de poco tráfico, agarré mi celular y empecé a buscar en Google algo que hablara sobre la posibilidad de que existieran humanos-reptiles y tras un par de clics en diferentes artículos, encontré algo que me dejó sorprendida:

 

“Científicos del Instituto Heartstone para Enfermedades Cardiovasculares, en Estados Unidos, han trazado la evolución de las cuatro cavidades del corazón humano, descubriendo que existe un factor genético común entre dicha evolución y el desarrollo de los corazones de las tortugas y otros reptiles. Concretamente, los investigadores han demostrado que una proteína específica que se activa en los genes está implicada en la formación de los corazones de tortugas, lagartos y, también, de los humanos. Existe un gen implicado en todos los procesos de formación coronaria de las especies mencionadas, el llamado Tbx5, que ya se sabía que está relacionado con enfermedades coronarias congénitas en humanos. Desde un punto de vista evolutivo, los reptiles resultan esenciales para comprender la evolución del corazón humano”.

 

 

Sí desde el punto de vista evolutivo, los reptiles resultaban esenciales para comprender la evolución del corazón, yo definitivamente estaba en lo más bajo de la escala evolutiva. No entendía nada, ni siquiera podía comprender cómo nuestro corazón humano podía estar tan relacionado con esa especie…Lo pensé, lo estudié, lo traté de interiorizar y no lo logré, pero al final de todo mi embrollo mental, caí en cuenta que hay cosas que escapan nuestro más profundo entendimiento en esta vida, como el amor; lo podemos sentir, vivir, expresar, pero entender...no sé. Quizás hay cosas en la vida que basta simplemente con vivirlas, porque no necesitamos comprenderlas para sumergirnos al 100% en ellas y disfrutar de las sorpresas que nos encontramos en el camino. 

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"Como fuego en el hielo" es una novela escrita por la autora española Luz Gabás, más conocida por su primera novela "Palmeras en la nieve". Esta novela ambientada en los complicados años de mediados del siglo XIX, entre guerras y divisiones políticas, nace una historia de amor indestructible, que supera infinidad de tropiezos en su largo camino. 

¿Qué debería venir primero, el amor por alguien o el sueño que busca redimir la historia de tu familia? ¿Se podría vivir solo de amor o el amor no basta para todo? ¿Podría el amor esfumarse a lo largo de los años y enfriase por la distancia?

De esta novela, podríamos llevarnos muchas preguntas profundas y difíciles de responder, pero afortunadamente Attua y Cristela, los protagonistas de la novela, nos ayudan a responderla según como se desenvuelve su historia.

A lo largo de los años y, de las páginas leídas, los personajes van evolucionando y madurando, llegando a cuestionarse cosas cada vez más trascendentales referentes a cómo ven la vida, cómo deberían vivirla, pero sobretodo en cuanto a su ser y anhelos aún no cumplidos. 

A continuación, comparto catorce frases que me gustaron de "Como fuego en el hielo":

  1. "Deseó poder detener sus pensamientos, sobre todo aquellos que irrumpían de forma súbita pero imparable para atormentarla. Se preguntó, como tantas otras veces, si eso le sucedía solo a ella o si alguien como Davina sufría también por culpa de ese interminable monólogo interior, ese enredo de imágenes y asociaciones de ideas, que a ella la agotaba. Quizás más, se dijo, Davina estaba ociosa la mayor parte del día y, por lo que aseveraban las ajada ancianas del lugar, que habían sobrevivido a décadas de escasez por las malas cosechas y las guerras, la ocupación era la única medicina que calmaba la inquietud del ánimo y del pensamiento". Pg. 52-53
  2. "Para mover los negocios hay que tener una fe inquebrantable en nuevas ideas y mucha energía para llevarlas a cabo. ¿Conoces a algo político que tenga? Yo no". Pg. 93
  3. "Le resultaba difícil de comprender cómo surgía el amor, el súbito deseo de unirse a alguien para sentirse completo. Nacías, crecías y vivías años con la única compañía de tu yo interior y, de pronto, eso ya no era suficiente: necesitabas fundirte con otro ser habitado por su propio yo". Pg. 105
  4. "Nunca sabemos por qué o para qué pasan las cosas Attua, pero siempre hay que mirar hacia delante. Los sueños se pueden reconducir. No eres el único al que le toca cambiar de rumbo". Pg. 115
  5. "Los más ricos ya no son solo los grandes propietarios ni los aristócratas, sino los hombres de negocios. Siempre que tengas ganas de trabajar y visión de futuro, sobrevivirás". Pg. 115
  6. "Eran torpes e inexpertos, pero mostraban la misma sabiduría de la tierra que los rodeaba. Florecían a pesar de la oposición del aire. Maduraban a pesar del frío. Aprendían solo por el hecho de estar vivos". Pg. 140
  7. "Y la idea era, en escencia, que la muerte se presentaban en la vida de diferentes maneras -la ausencia significaba muerte; la decrepitud anunciaba muerte; el olvido ensalzaba su triunfo-, pero se proclamaba irrefutable y descaradamente invicta cuando se terminaban los sueños". Pg 229
  8. "Si tan convencido estás de que nada, ni siquiera le paso del tiempo, te proporcionará alivio, mi consejo es que no renuncies a tener una familia. A veces, lo único que tiene sentido es la continuidad de tu propia sangre". Pg. 241
  9. "Había escuchado a alguien decir que la esperanza era todavía más peligrosa que la desesperación, porque se empeñaba en continuar presentan do como alcanzable lo que se deseaba, mientras la cólera, el enojo o el despecho terminaban por morir con el tiempo". Pg. 346-347
  10. "La vida era como la precipitación de la nieve según la estación del año: intensa o tediosa, vertiginosa o pausada, pero nunca sosegada". pg. 367
  11. "La vida era una traición continuada. Cualquier elección de un camino, voluntario o forzada, incluía un rechazo de los otros que se abandonaban. Una vez emprendido el camino, solo quedaba la propia supervivencia". Pg.375
  12. "Y el resentimiento no terminaba con la muerte, sino que pasaba a las siguientes generaciones, como los muebles de una herencia". Pg. 511
  13. "La vida tenía la sorprendente habilidad de repetirse". Pg. 511
  14. "Recordó entonces una frase de su infancia "Casa puesta, muerte a la puerta", repetían las ancianas de Albort. Querían decir que, mientras uno tenía trabajo que hacer, algo por lo que luchar, el mismo esfuerzo lo mantenía vivo. Cuando su faena terminaba, cuando el propósito ya estaba cumplido, solo cabía esperar a que su paso p or el mundo terminara también". Pg. 528

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El día estaba soleado y la brisa fluía con mesura. Se podría decir, según el pronóstico del tiempo, que era un día ideal para viajar, porque a pesar de todo el avance de la tecnología para construir aeronaves que pudieran sobrevivir a una variedad de posibles escenarios, el miedo silencioso que latía en las profundidades de la psiquis, lograba sobrepasar el conocimiento y entendimiento racional de las probabilidades. La mente analítica trataba de acallar el miedo inconsciente y éste parecía rendirse con cierto desdén. 

A pesar que el sol a veces decidía no darse una vuelta por Bogotá, hoy era un día de esos que el cielo se destapaba para dejar pasar los rayos del sol que atravesaban la atmósfera con una intensidad calurosamente mágica. 

Andrés se estaba preparando para coger sus cosas y abordar el vuelo AV 215 con destino a Cartagena. Tenía un aire tranquilo, que a él le costaba asumir estando en un aeropuerto, pero el trago de ginebra mezclado con el pronóstico del tiempo, habían ayudado a tener una actitud relajada. Además, el vuelo estaba puntual y el abordaje se estaba haciendo de la forma más efectiva.


Andrés se sentó en la silla 2D y acomodó su ligero equipaje de forma rápida, con el fin de sentarse y empezar a leer las noticias del día, mientras que esperaba a que todos los pasajeros abordaran. Subir de primero y escoger pasillo, otra de las cosas que le proporcionaban seguridad ontológica al viajar. 

Todos los pasajeros abordo, video de seguridad desplegado, chequeo cruzado listo, bienvenida del piloto finalizada. Todo en orden para despegar. Y ahí iba a Andrés con el miedo latente adormilado y la mente analítica, manteniendo el orden dentro de su ser. 

Treinta minutos de vuelo y parecía ser uno excepcional, sin percances ni nubes voluptuosas amenazando la estabilidad mental de los pasajeros. Cuarenta y cinco minutos de viaje y justo cuando Andrés iba a cantar victoria por ese vuelo tan fenomenal, salió una azafata dando un anuncio poco previsible. 

"Apreciados pasajeros, les recomendamos mantener puesto el cinturón de seguridad en todo momento. Queremos informarles que no podremos aterrizar en el aeropuerto Rafael Nuñez de la ciudad de Cartagena como estaba previsto, por un percance en este aeropuerto. Le solicitamos amablemente mantener la calma. Tenemos otra opción de aterrizaje; lo haremos en la bahía de Manga". 

¿Cómo mantener la calma en un momento como éste? ¿qué había que hacer para no perder la noción de la realidad y pensar con claridad? El vuelo tenía un pasajero inesperado: el miedo. La desesperación, la incertidumbre y las emociones inundaban el aire, hasta parecía que la composición del oxígeno había cambiado porque respirar se había vuelto más difícil. Qué rara era la mente, ¿no? Les habían dado el problema y la solución, pero la mente ansiosa y puesta en condiciones alarmantes, decidía tomar los caminos más oscuros, quizás para cubrirse "en salud" o para no crearse falsas ilusiones, creyendo que imaginando el peor escenario posible, se cubriría frente al posible sufrimiento. 

La azafata tuvo que volver a hacer otro anuncio, con su voz trabajada para mantener la calma, pedía silencio y tranquilidad, porque no estaban en situación de riesgo, simplemente era un cambio de planes. Andrés pensó que quizás, querían que todos se calmaran, para que tuvieran una muerte más serena. Agghh la mente. Envidió en ese momento la serenidad que mantenía la tripulación. 

Los pasajeros que estaban en ventana, podían visualizar cómo se iban acercando a la bahía. Parecía que el tiempo pasaba en cámara lenta, aunque en verdad, la velocidad del avión decía todo lo contrario. El avión, cargado de dudas, oraciones y ansiedad, empezó a descender. El piloto murmuraba "ojalá no haya nadie en la pista", mientras que las ruedas del avión se iban desplegando hasta tocar tierra. 

El sonido seco y fuerte del avión tocando tierra, el sonido de las maletas golpeándose contra la cabina, el suspiro de algunos, las lágrimas de otros. Todo mezclado en un mismo coro ambientaba la ocasión. Andrés, sentía como sí hubiesen aterrizado literalmente dentro de la bahía porque el sudor frío lo había invadido, se sentía como un helado derritiéndose a pleno sol caribeño del medio día; los pensamientos ya no venían ordenados, cómo sí alguna vez pasara así en realidad. Parecía como sí en su mente se hubiese atravesado una nube porque había dejado de pensar con claridad, no sabía cómo interpretar sus sentimientos y quizás estuviera a punto de explotar en lágrimas de aturdimiento, como una nube cuando ha superado su límite de crecimiento y ya no queda otra opción, que romper en pequeñas gotas de agua. 


Afortunadamente nadie había salido herido de esa hazaña inesperada, quizás las oraciones habían calado en la organización de los hechos o tal vez, el piloto tenía amplia experiencia en aterrizajes forzosos en lugares inesperados. Como fuera la situación, Andrés se sintió transformado más allá de lo físico, sintió que su alma se había renovado, como si hubiese tenido un upgrade del sistema operativo, como si hubiese resucitado al estilo de Jesús. El miedo lo había transformado, lo había llevado a vivir en carne propia la fobia que tenía a la incertidumbre de montarse en un avión y entregarle su vida a un piloto que nisiquiera conocía. El miedo lo había enfrentado en un duelo directo y sin intermediarios, donde sólo quedaba confiar y salir adelante. Confiar en que todo podía salir bien. Confiar en la vida y entregarse a la situación. Confiar, porque de nada servía tener todo bajo control, cuando existían cosas que quizás saldrían de una forma inesperada, porque la vida finalmente era eso: un conjunto de sucesos inesperados que se presentaban sin antelación para enseñarnos de a poquitos la verdadera experiencia del ser en forma humana.

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 ¿Será que los años llegan como una lluvia pesada y fría, cargada de todo lo que creemos debería ser la vida? ¿Será que con el peso del tiempo, nuestra mente, se vuelve más cuadriculada, las ganas y la pasión de hacer nuestros sueños realidad cambia de estado, pasando de sólido a líquido y finalmente a gaseoso? Escapándose, de la forma más silenciosa e inesperada...

Tantas preguntas que llegan en cascada después de leer un párrafo de un libro de Murakami:

"Había alcanzado esa edad en la que ya no era joven y algo se perdía irremediablemente en mi, como sí un fuego en mi pecho se extinguiera poco a poco, y me olvidara del calor que me había proporcionado.

Supongo que en algún momento tendría que haber reaccionado, haber tomado alguna medida, pero siempre lo dejaba para más adelante..." - La muerte del Comendador, Libro 1 - Haruki Murakami.

Creo que cuando uno hace el ejercicio de recordarse a sí mismo cuando era más joven, conociendo por primera vez tantas cosas de la vida semi-adulta, es normal reconocerse más ilusionado, más vibrante, más creyente en que todo es posible, pero puede ser que el paso del tiempo vaya destiñendo todas esas creencias y formas de percibir el mundo. Puede ser que "la madurez" nos vuelva más rígidos, más racionales, hasta más miedosos y, por lo tanto, menos soñadores y, quizá debido a eso, nos entregamos a la vida como unos simples veleros, esperando a que el viento sea nuestra brújula y nos mueva según le plazca.

A mayor número de años, mayor debería ser la fe. La fe en la vida, la fe en nuestros sueños, la fe en la humanidad, la fe en nosotros mismos. A medida que nos adentramos en el camino de la madurez, deberíamos trabajar por conservar la fe intacta en las cosas buenas de la existencia, en disfrutar lo que alguna vez nos hizo tan felices y dejar de dar por sentado cualquier cosa que se nos aparece en el camino, porque como bien dice Murakami: "Miro atrás y me doy cuenta de que la vida es un misterio insondable. Está llena de casualidades, de cambios de rumbo tan repentinos e increíbles como retorcidos e impensables; y cuando suceden, no apreciamos, sin embargo, ningún misterio en ellos".

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A Elisabet Benavent la descubrí este año a través de la serie de Netflix, “Valeria”. Aunque la verdad, me había encontrado con esta autora hace un par de años en las tiendas que venden libros en los aeropuertos, pero nunca me había decidido a leerla. 

Me gustó mucho la serie de "Valeria" porque a través de las experiencias que viven sus personajes frescos y divertidos, evidencia las diferentes caras que puede tener el amor, la lucha por lograr cumplir sueños, afrontar miedos y el dinamismo que contiene las amistades entre mujeres. En fin, se podría decir que es como una versión de  'Sex and the City', pero en Madrid y con millenials. 

Cuando me decidí a leerla, empecé buscando entre la variedad de obras que había escrito Elísabet y tomé la decisión de conocerla a través de "Un cuento perfecto" y ¡me encantó! Tengo que confesar que fue algo adictivo y, por eso, me decidí a leer otra obra de Benavent: "Fuimos Canciones" que va de la mano con "Seremos Recuerdos"


Una historia de amor como pocas, un trio de amigas que van descubriéndose en el proceso de crecimiento personal y emocional, que se acompañan entre sí para afrontar las dificultades que la vida les presenta. El amor, cómo el amor también crece, madura y evoluciona, cómo los prejuicios se van derrumbando poco a poco y los miedos se vuelven motores para alcanzar lo soñado. 

A continuación, les dejo las 24 frases de "Fuimos Canciones" que más me cautivaron:

1. “Los detalles. En los detalles espera agazapada siempre la verdad”. Pg. 20


2. “Nosotros siempre fuimos una batalla perdida de antemano. El talón de Aquiles del otro; la debilidad y la fortaleza entrelazadas” Pg. 20


3. “…porque la realidad que más pesaba era que siempre fue la mujer de una vida que no estaba preparado para tener”. Pg. 26


4. “Su sola imagen provoca en ti la muerte de cientos de miles de neuronas encargadas de la salud mental”. Pg. 50


5. “Sus doce mil encantos no son una mentira con la que hayas querido autoconvencerte de que merece ser querido. Lo merece…, pero por otra, porque sus pequeños defectos, a ti en concreto, te destrozan”. Pg. 52


6. “Tropezamos siempre con la misma piedra en una especie de <<zasca>> cósmico. En realidad, no huyes de las cosas…, las llamas con tu pasividad”. Pg. 71


7. “Si alguien piensa que la literatura le es ajena, le diré que alguien escribió ya en alguna parte la respuesta a alguna de sus preguntas”. Pg. 73


8. “Porque una relación sin amor es una pérdida de tiempo vital. Y la vida es muy corta como para ir regalándola a cualquiera”. Pg. 95


9. “Fue una ruptura como todas. Cuando aún hay amor, la ruptura siempre es fea”. Pg. 103


10. “Ni siquiera me había preguntado si lo que teníamos me hacía feliz. Y si algo no te hace feliz de algún modo…¿por qué tenerlo en tu vida? Y ojo, no es simplista; siendo sinceras con nosotras mismas, incluso cosas que nos suponen un esfuerzo, que traen algún que otro disgusto, nos hacen felices. Pero otras…, otras las mantenemos porque decidimos que dejarse llevar por la corriente es mucho más cómodo que tomar decisiones”. Pg. 153


11. “En resumen: no quería verla ni en pintura, pero que no me tocara los recuerdos, porque allí sí que quería tenerla siempre”. Pg. 212


12. “A mí decidir no pensar en algo, me convierte en una obsesión con piernas”. Pg. 217


13. “Es de esos. De los que te rompen el corazón <<por tu bien>> y de los que nunca usan un ascensor”. Pg. 220


14. “El drama de las redes sociales. El triunfo de la democracia total. El reino de las opiniones libres, del pueblo soberano y de las modas pasajeras. De los virales. Internet. Mi infierno personal al alcance de mi Smartphone”. Pg. 242


15. “Hay amores que no salen ni con agua caliente “. Pg. 266


16. “No hay nada que nos parezca más atrayente que una historia imperfecta porque creemos que podemos arreglarla”. Pg. 266


17. “El amor viene y va. Las personas vienen y van. Hasta que de vez en cuando la chispa perdura. Y eso, ESO es lo complicado. Que un amor dure SIEMPRE, que no se vaya, que se quede ardiendo dentro sin importar cuánto tiempo pase”. Pg. 320


18. “Lee. Lee lo que te apetezca, déjate seducir por títulos diferente, ve probando. Y no dejes que nadie te convenza de que hay géneros menores”. Pg. 355


19. “No voy a atreverme a decir que la sinceridad está sobrevalorada, pero creo que guardar secretos está infravalorado”. Pg. 417


20. “Pero terminé entendiendo que somos más complicados de lo que suponemos y que no nos educan para sentir”. Pg. 452


21. “Deberíamos aprender que las cosas jamás llegan cuando las deseamos”. Pg. 471


22. “Te dejó porque eras un lastre. Cuando alguien quiere como tú entiendes el amor, ese amor se lo come absolutamente todo. Y después, con los años, solo queda la rabia de saber que aún así el amor no compensó. No hubiera sido suficiente, y él lo sabía” Pg. 481


23. “Eres la mujer capaz de hacerme perder la cabeza, pero para mí eso nunca fue bueno. La vida no es como las películas. No me gusta sentir que me haces perder el control. Siempre te quiero demasiado, te odio demasiado o espero demasiado y en el exceso nos diluimos. Somos dos amigos que llevan tanto tiempo enamorados que el amor se les ha podrido en el pecho”. Pg. 500


24. “No todos los cosquilleos en el estómago son amor; no todas las mariposas nacen por alguien que vale la pena. A veces son solo hijas de la ilusión de verse capaz de seguir queriendo”. Pg. 506


Sí quieres conocer más sobre los libros que he leído, te invito a seguirme en mi cuenta de Instagram: Bookstova_
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La energía y el agua tienen un comportamiento interesante: siempre buscan el punto de menor resistencia. La energía, por un lado, tiende a buscar el camino más rápido para llegar a la tierra y el agua se va adaptando dependiendo de la forma que la contenga, comportamientos que a simple vista tienen todo el sentido. 

 

Pero, ¿qué pasa cuando revisamos el comportamiento del ser humano? Creería que en muchos casos pasa todo lo contrario: tendemos a la búsqueda del punto de mayor resistencia. Quizás porque culturalmente hay cierta influencia en creer que el drama debe ser parte de nuestra vida, parte necesaria, quizás porque nos aferramos demasiado a cualquier cosa, que por insignificante que sea nos tendemos a aferrar con pasión y obsesión. O simplemente porque nos gusta vivir la adrenalina de estar mal y después sentir los frutos de la reconciliación con el problema: el alivio, la paz anhelada, la euforia de tener lo que tanto esperábamos. Cualquiera que sea el caso, tendemos siempre a la búsqueda del punto de mayor resistencia.

 

Por eso, cuando nos enfrentamos a situaciones difíciles tendemos muchas veces a subirlas de nivel. No buscamos el punto más rápido para llegar a la tierra para entender lo que sentimos y pensamos, sino que nos aferramos al problema o a la situación difícil, creyendo que es lo más sensato y terminamos dándole mayor energía a algo que no queríamos; por eso, somos incapaces de adaptarnos a cualquier situación y todos nos empieza a pesar, lo que nos impide fluir. 

 

¿Qué tal sí viviéramos un poco más acorde a los principios de la energía y el agua? Sí dejáramos llevarnos por la vida, teniendo la capacidad camaleónica de adaptarnos dependiendo de la circunstancia, de fluir sin cargar pesos innecesarios y logrando aterrizar mejor nuestros pensamientos y sentimientos. ¿Cómo sería no ponerle resistencia a lo que estamos viviendo y simplemente viviéramos y experimentáramos la vida en su máxima esencia? 

 

A la final somos energía que no nace ni se destruye y nuestro cuerpo es 70% agua, pero vivimos bajo principio superfluos que nos afectan la existencia, porque nos creemos más que eso y nos hacemos un nudo con cualquier cosa. Transformémonos como la energía y fluyamos como el agua. 

 

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Eran las 7:00 a.m., hora de prepararme el primer café del día. Se notaba que iba a ser un día gris, de esos que se llenan de nubes que avecinan una tormenta, pero bueno, daba igual, estábamos en cuarentena. 

Me había acostumbrado a la rutina pandémica que se había ido instalando en mi vida. Día tras día, se iban adhiriendo nuevos hobbies a mi lista, nuevos aprendizajes de la vida hogareña y recetas inigualables que llegaban hasta sorprenderme de lo ricas que me quedaban.

 

La vida había cambiado, al menos como la conocíamos. Quizás en la oficina, sería la hora de pararme e ir a comprar un Flat White Grande en Starbucks para airear un poco la mente y tener un shot de energía líquida, pero ahora era la hora del bebé vecino que lloraba como sí se estuviese quejando de estar viviendo en este momento, durante este tiempo tan incierto.

A las 4:00 p.m. escuchábamos a nuestra vecina con vocación de soprano, entrenando su voz a punta de solfeo. A veces le hacíamos competencia cantando desafinadamente reggaetón y en otras ocasiones, la opacaban los mariachis que llegaban de imprevisto a darnos serenata a cambio de unos cuantos pesos. 

 

Cuando el sol empezaba a esconderse, el himno nacional parecía cantar su despedida, a eso de las 6:00 p.m., haciéndonos creer que quizás teníamos a un viejito patriótico que sí o sí ponía el himno a esa hora, todos-los-días.

 

Dicen que sólo bastan 21 días para que un hábito se instale en el ser humano y ya llevábamos más de 40 días en cuarentena, en aislamiento preventivo, lo que me hacía pensar que quizás ya se nos había reseteado el sistema social, que quizás estábamos haciendo un MBA en cómo ser ermitaño y lo estábamos logrando de maravilla. Claro había excepciones como en todo, estaban los que preferían arriesgar su vida por obtener un descuento escueto, pero al fin y al cabo descuento o salir como sin nada, porque “de algo había que morirse”. 

 

A la final, este virus nos había puesto la vida patas pa’ arriba y nos había ayudado a desbaratar conceptos arraigados que teníamos, como el simple hecho de ir obligatoriamente a la oficina para trabajar. Aún así pareciera que estuviéramos viviendo en una realidad distópica o en un capítulo de Black Mirror, pero en cualquiera de los casos, parecía que estábamos comprobando la teoría de las especies de Darwin:“No es el más fuerte de las especies el que sobrevive, tampoco es el más inteligente el que sobrevive. Es aquel que es más adaptable al cambio".

 

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Llevábamos 35 días encerrados en la casa sin poder salir por culpa de un virus que era más difícil de entender que la física cuántica. Algunos sufrían por falta de alimentos, mientras que otros se estresaban por tener que estar en casa, cuándo podrían haber estado de viaje en otro país. La brecha social y las diferencias de estilo de vida se ponían en evidencia con más frecuencia a medida que pasaban los días. 

Nosotros estábamos afortunadamente bien, no teníamos síntomas relacionados con el virus, habíamos tomado las medidas preventivas y tratábamos de no salir para prevenirlo. Habíamos aprovechado el tiempo en casa para adelantar trabajo, para aprender nuevas recetas y para ver series que nos habían recomendado hace mucho. No nos podíamos quejar, porque a pesar del negativismo, la ansiedad y la incertidumbre que se vivía afuera, nosotros estábamos tranquilos adentro. 

Ya estábamos pasando el último fin de semana de confinamiento y parecía increíble el tiempo que habíamos estado en confinamiento, aguantando las ganas de salir y tratando de no pensar tanto en el futuro. Faltaban menos de 48 horas para volver a lo que muchos llamaban “libertad”. 

Alejandro llamó y dijo que tenía EL PLAN para ‘despedir’ la cuarentena: un asado en su casa. Después de tantos días en la casa, cumpliendo con el aislamiento social recomendado, el plan parecía como caído del cielo y además estábamos cerca de su casa, por lo que no parecía tan descabellada la idea. 

Cuando llegamos nos sorprendimos porque pensamos que íbamos a encontrarnos con poca gente, pero parecía una fiesta donde la gente parecía tener amnesia porque saludaban de beso, de abrazos. Yo empecé a sentirme agobiada y algo ridícula: celebrando algo que no se había terminado, saludando como antes como sí nada hubiese pasado.

Los vecinos empezaron a asomarse después de escuchar tanto revuelo de gente, tanto ruido y nos empezaron a insultar y a amenazar con mandarnos a la policía. Todos los que estaban en la fiesta parecían felices y despreocupados, aún después de la lluvia de insultos y amenazas. Me sentí aislada en medio de tanta gente, no creía lo que estaba viendo ni lo que estaba sintiendo. La ansiedad se apoderó de mi y las ganas de volver a mi casa se intensificaban más. 

Había sentido tantas ganas de salir de nuevo, de sentirme “libre” y de volver a socializar de forma física con amigos, que cuando llegó el momento, mi cerebro parecía haber entrado en shock inhibiendo la dopamina y activando en exceso mis niveles de ansiedad. 
La expectativa de volver a ser como antes había nublado por completo el momento hecho realidad de estar afuera, libre, socializando. 
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Pareja, Hombre, Mujer, Niña, Guy, El Amor, Personas

Las mejores historias de amor empiezan inesperadamente, sin presiones, ni pretensiones. Llegan a nuestras vidas como un regalo de Dios y empiezan a escribirse con nuestros sueños y anhelos.

Y hay tantas historias que escribimos con otras personas, pero que a la vuelta de la página terminan. Es más, hay otras que no alcanzan a ser ni párrafos, porque se quedan en la brevedad de una frase simple compuesta. Cada historia tiene sus protagonistas, sus problemas y desenlaces, que a veces deja en desconcierto a alguna de las partes.

Por eso, durante la vida vamos construyendo y destruyendo historias de amor, por ‘x’ o ‘y’ razón, pero siempre con la convicción de que llegará una historia que se escribirá durante toda la vida con el amor de la vida. Y es ahí, donde mil preguntas salen a relucir como: ¿tendré un alma gemela? ¿será que sí encontraré a alguien que me quiera tal cual como soy?, etc.
De hecho, es raro cómo el amor tiene algo de agridulce, porque cuando termina, se va o desaparece, pareciera que el futuro se hace incierto, mientras el presente se vuelve un peso cargado de pasado.

¿Qué sería del amor si fuera una ciencia cierta? ¿Si todos nos supiéramos la fórmula? Tal vez, nos evitaríamos la sensación agridulce, pero también nos perderíamos la emoción de empezar a escribir una historia nueva, llena de expectativa, ilusión y esperanza. Por mi parte, prefiero que el amor sea una ciencia incierta, porque eso convierte la experiencia de vivirlo y descubrirlo, más emocionante.
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No basta con tener un récord criminal o estar bajo los ojos de la justicia, para ser considerado un criminal. También están los que asesinan lentamente a otros, de a poquitos, matando sentimientos nobles y puros, asfixiando la esperanza.

Parecía normal, era intelectual y le gustaba bailar. Ella lo conoció una tarde de abril, bajo los balcones de la ciudad amurallada, cuando el sol se disponía a dormir y las aves revoloteaban con el cambio de clima.

Un simple tropiezo cambió la historia de los dos ese día. Lo que ella no sabía es que cambiaría más para ella que para él, pero bueno la vida es así.

Violeta iba distraída, caminando mientras hablaba por celular, cuadrando la cita con el proveedor que le solucionaría el problema que tenía con el aire acondicionado del local, que se había dañado recientemente, lo que espantaba a un número significante de clientes.

Diego la vio caminar y le llamó la atención de inmediato. Su cadencia al caminar, su pelo largo café y la forma cómo golpeaba las palabras, activaron en él su ‘ilusión’ de querer conocerla, de filtrarse en cada poro de su vida y hacer parte esencial de ella.

Se tropezaron (a propósito para él y por casualidad para ella).“El destino quería que nos conoceríamos”, le diría Diego después a Violeta, mientras veían el atardecer mientras tomaban vino.

Su historia amorosa empezó justo después de ese tropiezo, nada formal, pero todo muy intenso. Diego se presentó como el hombre ideal: caballeroso, empático, interesante y soltero. Violeta en cambio, se mostró querida como siempre, pero un tanto distante, era muy pronto para volver a creer en el amor.

Los meses pasaban y su historia parecía ir solidificándose, hasta al punto de querer irse a vivir juntos para seguir disfrutándose sin tiempo límite ni restricciones de ningún tipo. Hasta que algo se torció y Violeta recordó lo que su mamá siempre le decía: “de eso tan bueno, no dan tanto”.
Diego empezó a mostrarse distante, a cambiar los planes románticos por excusas baratas, a salir con unas largas y unas cortas. Para todo tenía una excusa que fundamentaba con argumentos válidos, pero que claramente bailaban sobre un piso de mentiras. Violeta a veces se impacientaba, trataba de creerle, pero algo en su interior le decía que él se estaba alejando, que algo pasaba y no entendía qué era.

Así pasaron varios meses, nadando entre excusas y Violeta tragando entero, porque sentía que el amor que tenía que dar era mucho más grande y podría con cualquier cosa. Hasta el día que la noticia le cayó como un baldado de hielo: Diego tenía novia.

“N-O-V-I-A de Diego”, lo que siempre había querido ser y lo que le habían arrebatado así de la nada.

Esa fue la primera dosis de desilusión que sintió Violeta en su relación ‘on-and-off’ con Diego. Y así vinieron varias desilusiones más. Parecía como sí a Diego se le hubiese convertido en un hobby ilusionarla y desilusionarla, parecía como si disfrutara de su dolor y se alimentara de él.

Los poemas y los e-mails emocionales caían como en cascada cuándo Diego la embarraba, porque sabía que era el código secreto para que Violeta cayera de nuevo y estuviera abierta a tener cualquier tipo de interacción emocional con él.

Así iba Diego, aniquilando las emociones de a poquitos, ahogando la esperanza que albergaba Violeta en el corazón de que algún día llegara a funcionar, que algún día estuvieran en la misma sintonía para que por fin pudieran vivir su idilio de amor. Pero ese momento nunca llegó, por lo que Violeta decidió tomar una decisión radical después de tener sus emociones marchitas, a pesar de las lágrimas que derramó varias noches, sus sentimientos ya estaban secos por él, ya no había nada que los hiciera florecer.
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Publicista, amante de los libros, el café y los brownies. Escribo siempre que tengo una historia que contar.

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