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Las personas van y vienen como las olas del mar, a veces rápidas, a veces lentas, otras veces fuertes y en ocaciones suaves. 


Yo quería que tú fueras esa ola que golpeó contra la orilla y murió en la dulce arena blanca, donde tus sueños y los mios se unían en uno solo y crecían, como crecen las estrellas de mar, 'solitarias' y tranquilas. 

Pero un día cualquiera, el día más inesperado, esa ola que llegó con tanta fuerza, carisma y dulzura, se cansó de querer construir el castillo de arena, el más grande de todos y se dejó llevar por el miedo de lo que se compromete cuando uno abandona la tranquilidad, que solo la da
el mar abierto.
Esa ola dio un "adiós" seco a lo que alguna vez quiso tanto y prefirió dejar el castillo de arena a medio hacer, porque las preguntas pudieron más y lograron secuestrarla en la inmensidad de las dudas, que a veces resultan buenas, pero a ratos llevan el amargo sabor de la traición. 

Díficil saber si la misma ola vuelve, díficil volver sin cambiar, si el mar como la vida, logran revolcar emociones, dudas, pensamientos y sueños. Díficil volver a encontrarnos en el mismo momento, en que tú te sentías como la ola que nunca se fue y yo como la arena que nunca quiso que te fueras.
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Sábado en la mañana, trabajo de fin de semana y un sol caribeño que provoca estar en la calle disfrutando del buen clima. 

Mariana y Margarita caminan por la calle que las guía a la oficina donde deben cumplir la jornada laboral sabatina. Ellas se sienten nerviosas porque no saben cómo va a ser. Sus corazones palpitan con intensidad, a medida que se van acercando al lugar. 

 -Aún cuando es sábado, todos parecen estar felices de estar ahí trabajando– 

Al llegar, Mariana y Margarita aprovechan que el ascensor se acaba de abrir para subir a donde las están esperando, pero hay un problema, el ascensor no es un ascensor tradicional, sino que pasa los límites de la innovación y de la creatividad. 

 - Son botones redondos y muy grandes. Cada uno produce un sonido bastante armónico y para llegar al piso que se desea, toca marcar una clave que termina componiendo una cancioncita, corta y pegajosa-

“¿Y la clave?” pregunta Mariana, pero Margarita está tan concentrada en los sonidos y colores que se producen al presionar las teclas, que no le responde. 

Otro piso, ninguno como los otros que se habían dejado entrever. Entra un hombre alto y sonriente y saluda a Mariana con una frase que la deja fría. “Hola, amor de mi vida”. Silencio y asombro se unen al grupo, unificando la sensación de todos los que estaban ahí. Mariana lo mira y logra intimidarlo tanto que él, en par segundos, la deja de mirar, pero no se detiene y decide saludarla de beso en el cachete, un simple gesto que los uniría por el resto de sus cortas existencias. 
El hombre apuesto se sabe la clave del piso al que Mariana y Margarita necesitan ir y la marca. Es un piso donde abunda la creatividad, los colores, los juegos, la diversión y la gente feliz. El piso de repente se convierte en un campo abierto, donde la naturaleza muestra lo mejor de sí y los lagos adornan la hermosa vista, que alguien, alguna vez creó. 

¿Dónde está Mariana y el amor de su vida? ¿Por qué hay tanta belleza reunida en un solo lugar? 

La preguntas se disipan, mientras que Mariana ahora se encuentra en su cuarto, frente a un amor que creyó había perdido en el pasado. Un amor preocupado y que sufre porque aún, cuando ama a la mujer con la que habla por celular, no cree estar preparado para afrontar retos. La mujer lo reta, él agacha la cabeza y dice que pensaba aceptar el reto, pero que simplemente en este momento de su vida, no puede. Él sufre, ella no entiende, Mariana sólo ve la situación. 
La líneas de preocupación que marcan su frente, se van planchado con la mano de Mariana y aún cuando él no puede dejar la ansiedad de lado, se siente protegido por el amor que alguna vez dejó escapar por la ventana. 

Una pluma naranja en la mesita de noche, un sueño que contar y una historia por vivir….


Foto vía: p.onestopoccultshop.com
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Las palabras o las promesas de amor vienen escritas en el mismo papel y con la misma tinta de aquellos recibos que se destiñen con el tiempo.

La tinta de ese recibo que contabiliza palabras, deseos y sueños compartidos, se va evaporando hasta dejarlo en blanco, porque en vez de usar una técnica de conquista diaria, patrocinada por Sharpie, preferimos dejarlo a decisión de la vida, que se encarga de cambiar rumbos, borrar palabras con hechos y dársela de creativa para invertir historias, dejando a todo el mundo boquiabierto.

Si ves que la tinta va desapareciendo y no haces nada, probablemente llegará otra persona con la intención de reescribir una historia más emocionante en ese mismo recibo y con la clara intención que nunca se olvide lo que alguna vez se prometió.

Foto vía: fbcdn-sphotos-g-a.akamaihd.net
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El olvido... ¿Será  un ciclo normal del ser humano? ¿de la naturaleza?

¿Uno decide olvidar o el tiempo lo condena a hacerlo?

La tierra alguna vez olvidó que estaba cubierta por el mar, la mariposa alguna vez olvidó que fue oruga y tú alguna vez olvidaste quién era yo…

En cuanto a mi, no lo sé aún, porque tal vez he peleado con el tiempo para tomar mi propia decisión y no dejarme llevar por las horas, los minutos o los segundos que a veces terminan siendo criminales de los sentimientos.


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La esperanza muere, mientras que el cuerpo sucumbe a las órdenes excéntricas de Obersharführer, que a su vez sigue los caprichos de Hitler. Todos obedecen y pocos entienden de qué se trata en realidad toda esta barbarie. Tanto para los nazis como para los judíos, la vida se va destiñendo en un campo de concentración que sólo busca acabar con una supuesta raza inferior que no merece vivir. 



Sin que nadie se lo esperara el rumbo de la vida cambia cuando el Obersharführer, decide escoger a 10 prisioneros que tendrán que tomar una decisión importante en el Pabellón 11. Todo parece un juego de ajedrez, algunos peones simplemente mueren en el intento mientras que otros jugadores, como el caballo o la reina, siguen su camino logrando llegar hasta el final de la partida. 


Afortunados aquellos que lograron escapar de las duchas o de los crematorios y los que no se acostumbraron a ser catalogados como “raza inferior” y decidieron luchar por la vida. Pero más afortunados los que lograron migrar a tiempo del país antes de ser capturados y nunca conocieron el infierno en la tierra, el “Campo de Concentración Nazi”. 

Por más cruel que sea la historia de la Segunda Guerra Mundial, el libro “Pabellón 11 – El niño nazi” logra mostrar desde diferentes ángulos la realidad de la guerra y, sobretodo, la masacre que condenaría el presente y el futuro de muchos. Sin duda alguna, el autor italiano Piero Degli Antoni, logra condensar en un solo libro, el amor, el odio, el desencanto por Dios y la pasión por la vida. Por eso, puedo afirmar que ha sido el mejor libro que me he leído en el año.
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Las murallas, el sol despidiéndose para ir a descansar y la luna entrando a trabajar, una tarde como cualquier otra en Cartagena. Lo que pocos sabían es que se aproximaba un evento desgarrador e inhumano. 

Por la ciudad se paseaba un camión tipo chiva, que estaba brandeado con una de las gaseosas nacionales más reconocidas del país. Dos mujeres jóvenes iban al mando del vehículo y sabían exactamente las vías por donde debían ir. Mientras tanto, se rumoraba en la ciudad que lo mejor era no ver ese camión y, en caso que la coincidencia se encontrará con la mala suerte, era mejor esconderse. Así que yo iba con un par de amigos con nuestro mejor vestuario para esa ocasión: La precaución. 

Pero fue inevitable escaparnos de la situación a la que tanto temíamos y de repente nos vimos cautivos por las 2 jóvenes sospechosas. 

Tristeza. Miedo. Angustia. Sueños rotos. 

¿Por qué estábamos aquí? Tal vez los prisioneros tenían razones para hacerlo, pero nunca nos lo explicaron porque simplemente para ellos era mejor tenernos alejados del mundo. De humanos pasamos a ser simple animales domesticados para evitarnos problemas. No teníamos privacidad y mucho menos derechos. Los amigos habían desaparecido, al igual que la esperanza. El tiempo pasaba y las ganas de vivir desaparecían.

Hasta que un día, un hombre pelinegro con ojos azules logró convertir la tristeza en alegría, consiguió que mis sentimientos cambiaran y terminé abandonando el odio. Si iba a morir, prefería hacerlo enamorada y no amargada, así que me arriesgué a dejar volar la imaginación y me embarqué en un viaje fantasioso donde él y yo éramos libres y felices. 

Una mañana sentados en el piso del patio, él me decía al oído: “Estamos en Dinamarca, felices, tranquilos y yo te invito a desayunar. Tus pides unos pancakes, los más deliciosos del mundo, cuando…” 

Humo y más humo. 

¡La salvación había llegado! Habían destruido ese campo de concentración nazi que nos había estado matando en alma y cuerpo. Lo que tanto esperábamos al parecer se había hecho realidad. Yo no lo creía, él tampoco.
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Hace 21 años llegó un angelito para enseñarnos cómo se debe amar y por qué debemos perdonar. Una experiencia única e irrepetible que nos ha hecho crecer como personas y ver el mundo de una forma distinta. Pero, ¿qué de especial tiene esa personita? ¡Absolutamente TODO! Desde sus cromosomas, hasta la forma de sus deditos y como se expresa a través de palabras y gestos, porque sólo un angelito podría tener esa cualidad única para brindar amor incondicional sin esperar nada a cambio. 

Debo decir que me alegra profundamente la oportunidad que me dieron mis papás de tener una hermanita especial, porque he aprendido que la diferencia marca territorios desconocidos, pero emocionantes que te llevan a cruzar la raya de lo ‘normal’ y vivir siempre en constante aprendizaje.  

Todos quieren ser diferentes, pero se aterrorizan cuando alguien no cabe dentro de sus parámetros prejuiciosos. Admiran lo novedoso y exclusivo, pero no valoran la belleza de la singularidad. Algunos alardean ser muy eruditos, pero insultan a otros con palabras como ‘mongólicos’ o ‘retardados mentales’. La superficialidad no los deja ver más allá de sus propias narices. 

Un cromosoma de más. Trisomía 21. Variedad de características especiales. Cualidades originales. Un grupo de neuronas, células y pensamientos que van más allá de lo superficial y le dan un verdadero significado a la vida. Una persona Síndrome de Down vive al máximo porque supera sus limitaciones para hacerse entender y, sobretodo, para enseñarle a los demás. 

Crecer al lado de Mayra Carolina, ha sido una experiencia inigualable porque me ha enseñado infinidad de cosas. Aún cuando no he terminado de aprender todo lo que ella sabe, puedo decir que he aprendido a amar sin esperar nada a cambio y a ver lo positivo de la vida en cada detalle. He aprendido que la risa puede con todo y, que aunque sea por felicidad, no debemos llorar. He aprendido que la voluntad puede más que las limitaciones y que soñar no tiene límites. He aprendido que hay ángeles que vienen a la tierra, y que algunos, vienen con un cromosoma de más.
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La ley Colombiana no es más que un chiste de mal gusto o acaso, ¿quién se ha sentido conforme con las decisiones que toma la justicia? Probablemente 1 entre 1 millón (y eso). Cada caso es diferente, pero las decisiones siguen siendo iguales de ridículas que carecen de sentido común y les sobra frialdad.    


El Caso Colmenares no es más que una historia dónde los malos ganan y los buenos siguen perdiendo con el paso de cada minuto, cada juicio, cada testigo, es decir, con todo. Mientras, este país se sigue desangrando con leyes que sólo se las aplican a los que no tienen plata para pagar grandes personalidades del derecho. Por eso, Cárdenas salió hasta feliz de la Modelo. 


Suena casi imposible y un bastante ridículo creer en ‘testimonios’ como: “Esa noche Luis quería un perro caliente y ese día habían 1.000 carritos sanducheros, pero el quería el que estaba en la 85. Lo último que vi, fue a Luis en cámara lenta volando por encima del caño”. ¿Cómo se ahoga un hombre en un caño, dónde no se ahoga ni una hormiga? Poco creíble Laurita, el caño no era las cataratas del Niagara, aún no estabas en Canadá, país al que pensaba huir. 


Cárdenas sigue suelto como miles de asesinos y criminales en este país, porque como dice mi mamá: “La ley Colombiana es para bobos”.
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Estábamos en el aeropuerto, caminando por ahí, esperando algo. El lugar estaba lleno de gente, todos iban hablando y caminando hacía la búsqueda de algo, cuando de repente vimos un helicóptero demasiado cerca de una de las ventanas, no pasaron 5 segundos y el helicóptero ya estaba golpeando con un ala la ventana del aeropuerto.

Silencio. Vacío. Curiosidad: Todas se mezclaban perfectamente, haciendo una combinación llena de preguntas y de emociones. ¿Qué pasaría? ¿En qué iba a terminar el accidente? ¿Por qué corríamos? ¿Nos salvaríamos?

Era un momento en qué solo se respiraba miedo untado de ansiedad, pero ahí estabas tú, a mi lado. Escuchamos un leve grito colectivo que nos avisaba que algo no andaba bien, aparte de lo que había pasado con el helicóptero. Sólo bastó un segundo eterno y un silencio abrumador para darnos cuenta de lo que se nos venía encima.

Una sola ola grande que avisaba su llegada con un espumoso saludo. Llegó sin avisar, llegó para quedarse y quitarnos nuestro lugar en el mundo. Todos corrían ahora, corrían para ser alcanzados por la ola en un par de segundos y en ese momento, yo sólo sabía que estaba contigo y que moriríamos agarrados de la mano, juntos llegaríamos a otro lado, si es que existía otro lugar distinto a este.

Sentía tu miedo, tus ganas de salir de esa gran ola que nos cubría de pies a cabeza que nos dejaba sin ver algo más allá que no estuviera cubierto por agua. Tu mano no soltaba la mía y tu voz gritaba mi nombre con desespero pero por más que quisiera, no te podía ver, sólo te podía escuchar y con eso me bastaba para estar…feliz.

Mi alma estaba tranquila, había dejado de ser inquieta sólo un momento atrás y mi felicidad era infinita porque sabía que iría a un lugar, tal vez mejor, tal vez peor, pero iría contigo.
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Es impresionante como las personas que más te deberían querer, te destruyen como persona en par segundos. Los lazos sanguíneos unen pero no lo suficiente como los lazos de amistad, los que se construyen por cosas de la vida y los que duran más allá de la muerte. ¿Me quieres ó no me quieres? La verdad parece que no, cuándo a veces digas que sí.
Mi mamá me ha dicho que hay un libro bueno que se llama “No mendigues amor” y no he tenido la oportunidad de leerlo pero solo el título me invita a adoptar una actitud que me va a ayudar a no sufrir. Es inevitable no derramar lágrimas cuándo ves que eres un 0 a la izquierda, siempre al otro lado de dónde se encuentra el amor y la amistad; pero como 0 y lo que sea, aún siento, aún pienso y aún decido. Así que desde ahora adoptaré por no mendigar amor y dejar que la energía fluya.
Los villanos nunca ganan, así que quédate tu ahí en tu lado oscuro mientras que yo consigo caminar por una callecita de la felicidad, pero no vuelvas a regalarme dolores de cabeza ni traer tu amargura de visita porque la verdad no son bienvenidas, no por lo menos aquí.
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Publicista, amante de los libros, el café y los brownies. Escribo siempre que tengo una historia que contar.

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